Cuando regresé el 3 de enero camino de Jaén entre mi equipaje venía un ejemplar de «Aplausos» y el especial de «El Juli» de la serie oro de «6Toros6» que mi padre no había podido conseguir ni en Jaén ni en Algeciras y que en cambio yo me encontré casi de casualidad en un kiosko junto al inicio de la Gran Vía. Eso, algún que otro dvd que llevaba en la maleta y por descontado la conexión diaria a internet fue lo que me hizo por esos días tenerme entretenido con lo que me gusta, que no es otra cosa que la Fiesta de los Toros.
Por esos días entre paseo y paseo por la Calle Real, la Gran Vía, saliendo a correr camino de San Amaro o perdiendo mi vista en Algeciras desde La Marina la mente se me iba como siempre por esas fechas hacia el rincón de La Marina en el que se dieron toros por última vez en 1998, en una portátil y parejo a ello, mi memoria retrocedía hasta 1988 en que siendo yo un niño de apenas cuatro años pude ver a «Espartaco» torear allí.
Mi primo Jaime, que tiene apenas cinco años y que vive contemplando desde su terraza las pistas deportivas de La Marina, sí, justo donde se daban toros allí, sabe y conoce lo que es la Fiesta de los Toros porque tiene unos primos, especialmente uno, el mayor, quien esto escribe, que cada vez que coincide con él en verano en la playa o en Navidad en la casa de sus abuelos, anda rodeado de libros, revistas o dvds de toros, y sabe que la música que le suena a su primo mayor en el móvil es la que se toca en la plazas de toros. Todo eso lo sabe él que es muy listo, listísimo, pero lo sabe él porque tiene un primo mayor que vive en la península y que le regaló cuando tenía dos añitos un pequeño muñeco de Mickey Mouse vestido de torero con el que juega y recuerda a su primo.
Y como es tan sumamente espabilado el niño seguro que con cinco años sabe lo que es un capote, o una montera, o un rejoneador, y podrá presumir y chulearle a sus compañeros en el patio de su cole, porque sus compañeros, que viven en Ceuta y seguramente no tienen primos ni mayores ni menores, ni que a lo mejor vivan en la península, seguramente nada sabrán a esa edad de lo que es la Fiesta de los Toros.
Sabrán quien es Rafa Nadal, o Casillas o Fernando Alonso, pero no quien es «Morante de la Puebla», «El Juli» o «El Cid»,tres figuras del toreo que nunca han toreado en Ceuta a pesar de sus años de alternativa. Una ciudad en la que no han podido torear porque no tiene plaza de toros.
Una ciudad por la que no han pasado vestidos de luces ni José Miguel Arroyo «Joselito», ni César Rincón, ni Pepín Líria, ni Cristina Sánchez, ni Manuel Caballero, ni «El Tato», todos ellos toreros importantes de los noventa que ya están retirados. Una pena.
Pero la cosa ahora puede cambiar si sale adelante esa noticia que ha saltado a los medios esta semana: la posibilidad de volver a dar toros en Ceuta.
Yo lo reconozco: ya lo sabía. Sí, lo sabía, pero no puedo confesar cómo me enteré ni de qué manera ni por quién, si puedo confesar que me hizo una ilusión enorme y que desde el primer momento he apoyado esta iniciativa.
En varias ocasiones desde este mismo espacio, o lo que es igual, desde Jaén, he reclamado una Plaza de Toros para Ceuta y ahora más que nunca lo haré. Porque queda demostrado que más allá de la actividad propiamente taurina un recinto así puede dar cabida a todo tipo de actividades las cuales, muchas de ellas hoy por hoy mucho me temo que sería imposible llevarlas a cabo en la ciudad porque la ciudad carece de infraestructuras para ello.
Música, deportes, espectáculos…lo que no está en los escritos, como suele decirse. Yo sé muy bien lo que digo y en la ciudad aquellos que inicialmente se oponen a la construcción de una Plaza de Toros les aconsejaría sin ir más lejos que se cogiesen un ferry y una vez llegasen al Puerto de Algeciras tirasen con su coche dirección a Los Barrios, y nada más entrar a la Villa, a mano izquierda se econtrarían en la Avenida Carlos Cano con «La Montera», una de las plazas de toros más bonitas de cuantas conozco, de la que guardo hemosos recuerdos y vivencias, siendo para mí sin duda ejemplo de buen gusto, saber hacer y tener la ideas claras. Además de apostar por la Fiesta, por supuesto. Luego aconsejaría tomarse unos pastelitos de «La Plata» en la plaza del pueblo, que es como a mí me lo inculcaron. Pero esa es otra historia.
La iniciativa de Carmelo y Caba merece la pena y con la que está cayendo, es digna de elogio. El proyecto no es descabellado ni mucho menos. Lo que con humildad se empieza con grandeza puede terminar y francamente, a Ceuta visto desde fuera y con conocimiento de causa le hacen falta proyectos ambiciosos y por más que mucha gente ni lo crea, ni lo quiera creer, que Ceuta se sume al panorama taurino le puede otorgar a la ciudad una categoría que ni imaginan.
Ojalá salga adelante.