Mi padre limpió el otro día los rifles y las escopetas. Pronto tocará engrasar los botos, poner a punto las polainas y reparar el morral. Afilar bien las navajas, limpiar los prismáticos y comprar cajas de balas.
Ya ha salido al campo porque el cuerpo se lo pide. Por mi parte yo en compañía de mi amigo Andrés he tenido ocasión de tener ya el primer lance de la temporada: una liebre nos llevamos por delante el otro día con el coche a las tres de la madrugada camino del Puente Tablas tras salir de la Sala de Estudio de la UJA. La liebre, que en un principio iba a la cazuela, la cambiamos por un conejo y el otro día nos lo zampamos con mucho arroz de por medio y una caja entera de botellines en Vaciacostales. Lo de mi amigo Luisito Delgado.
Y es que hay ganas de campo. De campo y de caza, que es una de las mayores aficiones que hay en esta tierra.
Por estas fechas al llegar la berrea irremediablemente comienza una impaciencia que se prolonga hasta el día en que hay que pegarse un madrugón para ir de montería. Algo que tengo la suerte de compartir con mucha gente, porque en Jaén hay excelentes monteros y yo he tenido la suerte de compartir armada o puesto con ellos.
Manolo González, Pepe Quesada, Miguel Llavero, Pacho y tantos otros que me han visto crecer entre jaras y chaparros desde que siendo muy pequeño en los sorteos fuera el encargado de sacar el puesto a mi padre o a cualquiera de mis tíos.
Ellos seguro que se dejarán caer por Ibercaza, la III Edición de la Feria de la Caza de Jaén que abre mañana sus puertas en el recinto de la Institución Ferial.
Apenas han bastado tres ediciones para convertirla en todo un referente del sector en toda España y no tengo reparo en calificarla como la mejor muestra de Andalucía, entre otras cosas porque me he dejado caer por otras del mismo tipo.
Hay motivos de sobra para bajar a la feria que organiza IFEJA. Muchas actividades se han programado en estos tres días entre las cuales yo resalto la comida solidaria y la presentación del libro de Mariano Aguayo sobre la reahala, en cuyas páginas figura el nombre de mi abuelo, a quien tengo muy presente en momentos como estos por lo mucho que él significó para la práctica de la caza en la provincia y más aún por haber sabido inculcarme como nadie lo que es la caza. Mi padre se encargó del resto.
Estoy deseando pisar la feria y que un enorme olor a podenco se me venga encima. Será señal de que queda menos para estar monteando y desde el puesto sentir la suelta de una rehala no sé si con trabuco pero sí con caracola.