Jaén Taurino

El Planeta de los Toros desde Jaén

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Una tarde-noche para pensar


Tradicional minuto de silencio en recuerdo de Manolete

Plaza de toros de Linares. Coso de Santa Margarita.
Un tercio de plaza en tarde calurosa.

Cinco toros de Santiago Domecq y uno de Ana María Bohórquez (5º) de juego desigual.
Enrique Ponce (Gris plomo y oro): Ovación y dos orejas
Curro Díaz (Rosa palo y oro): Oreja y oreja
David Fandila “El Fandi” (Azul pavo y oro) Oreja y palmas

Las agujas del reloj rebasaban las diez de la noche cuando Enrique Ponce y Curro Díaz atravesaban la puerta grande al tiempo que “El Fandi” se marchaba andando camino del patio de caballos. Un festejo que daba inicio a las 19:30 ¿Por qué tan tarde? Una de las muchas preguntas (retóricas) que uno se hacía al término de esta tarde-noche de toros.

Publicaba ayer el diario IDEAL una entrevista a Toño Matilla, a la sazón empresario de la plaza linarense y en ella venía a decir que quizás sea el momento de replantearse ciertos cambios en cuanto a la estructura de la Fiesta, pasando por ejemplo por el abaratamiento de las entradas habida cuenta de la interminable crisis que venimos padeciendo. Sinceramente, decirlo cuando ya los carteles de la Feria de San Agustín llevan un tiempo en la calle y el plazo para los abonos ha expirado,sirve de poco. Al final ocurre lo que ha ocurrido:el número de abonados se ha desplomado y el día 28 la plaza registraba una entrada paupérrima para lo que esta cita siempre ha supuesto taurinamente en Linares, en la que el paseíllo se detiene poco antes de alcanzar las tablas para rendir honores a la memoria de “Manolete”, herido por “Islero” en ese mismo escenario hace justo sesenta y cinco años.

Una tragedia que ha sido llevada a las pantallas (en Linares, por cierto, no se podrá ver)y que retrata la última tarde de un torero que fue ídolo de un país entero, revoluciando el toreo con su personal forma de interpretarlo. Uno trata de imaginarse aquella fatídica tarde y la compara con la vivida en la tarde-noche de ayer y sabe que entre ambas existe un abismo diferencial.

El resultado final del festejo, si se analiza fríamente da mucho que pensar. La terna pudo salir a hombros de no ser porque al Fandi la tizona en su último no andaba afortunada, de haber sido así la foto finish hubiera sido triunfante, pero en honor a la verdad no haría justicia al verdadero sentir de muchos aficionados que al acabar manifestaban que demasiadas orejas se habían regalado en la tarde. Por ejemplo:muchos cuestionaban la oreja concedida a Curro Díaz en el que hacía quinto, un toro imposible de Ana María Bohórquez que remendaba el encierro de Santiago Domecq y al que el linarense recetó una estocada que por sí misma valía una oreja.Decimos que era imposible porque si por el derecho se paraba,echaba la cara arriba, embestía gazapeando y se quedaba corto, peor aún resultaba por el pitón izquierdo. Curro no se amilanó y quiso mostrarse dispuesto ante un toro que no le iba a dar opción alguna y que incluso podía propinarle algún arreón. Estaba en casa, tenía una oreja en el esportón y no quería tirar por la calle de en medio ante este toro que nada más salir saltó el callejón.

El otro toro fue otra historia. Su nobleza permitió que Curro Díaz se ajustáse en varias tandas con unos derechazos muy sentidos y cimentase una faena que fue a menos por la condición del toro, que acabó refugiándose en las tablas del 3 y allí Curro Díaz exprimió lo poco que le quedaba. Una estocada entera sirvió para dar más motivos a los aficionados para sacar los pañuelos. En sus toros Curro dejó las que quizás (aún queda otra corrida)sean las estocadas de la feria.

Cuestionadas fueron las dos orejas de Enrique Ponce, que incluso un sector de la afición llegó a protestar. La razón no es otra que los dos trofeos se concedieron tras sonarle los dos avisos y esto sencillamente da una idea del tipo de camino al que va dirigiéndose la Fiesta. Un público que solicita los trofeos sin importarle que el diestro en cuestión reciba dos recados presidenciales y un presidente que cede ante la presión y acaba siendo benevolente. Todo ello en una plaza de segunda categoría que acaba regalando orejas tan pronto como se pidan.

Los dos avisos no fueron casualidad. Las cosas como son, Ponce tuvo un buen toro por delante, ofreció una faena importante y encandiló a los tendidos con sus poncinas…pero se pasó de faena tanto que la banda alargó “Agüero” más de la cuenta. El toro se tragó innumerables muletazos de lo noble que era y cuando parecía que la faena tomaba su fin comenzaron a surgir tímidas y muy desperdigadas voces con el famoso “no lo mates” que también dan que pensar por lo justito de fuerza del animal al que el valenciano poco le podía exigir. Con una estocada entera el toro se resistía a morir y el diestro se resistía a tomar el verduguillo. Aquello se prolongó más de lo debido y de ahí que sonasen los dos avisos. En cualquier plaza que aspire a ser seria es inconcebible que se conceda tan importante premio si previamente suenan por dos veces los avisos.

Su primero, un toro brusco que se paraba en la embestida y que no transmitía emoción ninguna al tendido, dicho sea de paso, una constante toda la tarde: la falta de transmisión de los toros y consecuentemente la falta de emoción y si falta la emoción mal camino lleva este espectáculo.

“El Fandi” tuvo un muy buen toro en el tercero, pero él llevó a cabo una especie de toreo exprés donde hubo sitio incluso para unas manoletinas que quizás el granadino aprovechando la efémeride quiso incluir en el repertorio de su faena. Llegado a este punto una reflexión: tras caer el toro las mulillas en lugar de ir hasta el toro siguiendo la línea recta que va desde el patio de caballos hasta donde había caído, lo hicieron bordeando las tablas con la consiguiente pérdida de tiempo en el cometido que les es propio al tiempo que el Presidente se decidía a conceder algún trofeo, cosa que finalmente hizo. Este detalle, también da que pensar.

Con el que cerraba plaza puso todo de su parte con el capote, también en el tercio de banderillas donde incluso llegó a poner un cuarto par pero justo en el embroque tuvo que lastimarse porque a partir de entonces se le veía quejarse ligeramente de algún tipo de dolencia. Esto pudo condicionar su labor y a él le costó acoplarse con el toro.

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