Plaza de Toros de Úbeda. Coso de San Nicasio. Casi lleno.
Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación, y de buen juego en conjunto. El cuarto, de nombre «Melenudo», cárdeno de capa, herrado con el número 100 fue indultado.
Rafael Rubio «Rafaelillo» (Nazareno y oro) gran ovación en ambos.
Antonio Ferrera (Grosella y oro con cabos negros) oreja, y dos orejas y rabo simbólicos.
Juan Antonio Millán «Carnicerito de Úbeda» (Azul noche y oro) vuelta y ovación.
Al reclamo del torismo aficionados de toda la provincia peregrinaron hasta Úbeda para ver a dos toreros habituales de este tipo de corridas y el aliciente del torero local, “Carnicerito de Úbeda” que volvía a hacer el paseíllo en la plaza ubetense tras quedar fuera de los carteles desde 2009.
Una gran tarde de toros. Tarde de muchas emociones y mucha intensidad, por los toros y por los toreros.Hubo de todo. Hasta un indulto.
Rafaelillo se jugó la vida con el cuarto, toro complicadísimo que puso en serios aprietos al murciano.La brega con el capote y la faena con la muleta eran más propias de las imágenes en blanco y negro de la Filmoteca Gan que del toreo de nuestros días. Duramente castigado en varas, parte del público protesto por ello a Rafaelillo, quien se fajó con el Victorino y batalleó con él todo lo que pudo y más en lugar de tirar por la cara de enmedio. Estuvo hecho un tío.
Su primero se despitorró ambos pitones nada más salir y por la cara no daba impresión de ser un Victorino. El toro vino a menos y se fue apagando. En su lote el murciano puso la raza.
El espectáculo vino de la mano de Ferrera que algo le tuvo que ver nada más salir al quinto para entregarse con el toro de la forma en que lo hizo. Tras recibirlo a la verónica hizo desmontarse a su picador Dionisio Grilo, se subió al jaco, tomó la vara y picó al Victorino. Tras el puyazo se bajó corriendo, tomó el capote y le recetó un quite por chicuelinas en los medios. Protagonizó un tercio de banderillas inusual al ser él mismo quien colocaba en suerte al toro con el capote al tiempo que llevaba un par de banderillas en las manos. Se fue a los medios, plantó el capote en el mismo centro y tras él citó para banderillear.
Con la muleta vino lo grande y demostró el dominio que le tiene a este hierro. Apostó por el toro y lo lució hasta el punto de citar con media muleta arrastrando al natural y el toro embestir con el hocico pegado al albero haciendo surcos. Aquello fue a más y el público comenzó a solicitar el indulto. El palco dudaba, el extremeño llegó a dirigirse al palco y entre medias llegó un aviso. Al final el toro indultado. En su primero, al que cortó una oreja, brindó la faena al legendario picador jiennense Manolo Montiel.
La incógnita, desde el primer momento, quedaba en saber cómo afrontaría Juan Antonio Millán su fuerte compromiso ante los Victorinos. El ubetense puso la calidad. Con el capote lanceó con mucho empaque, dejando al toro en el caballo con una torerísima media. En la muleta toreó como nadie esperaba, ni siquiera él mismo seguramente. Si difícil es ponerse delante de un Victorino, más difícil es torear como él llegó a torear con la izquierda. A cámara lenta, alargando el natural hasta hacerlo casi interminable, rozando la perfección. Llegó a poner en pie a una gran parte del público, de su público, de sus paisanos. La espada se llevó por delante una faena importantísima y la posibilidad de abrir la puerta grande. La faena, queda en el recuerdo de los aficionados.
El último del encierro se quedó gazapón y pegaba continuamente gañafones y hacía que la faena fuera intermitente. Carnicerito anduvo voluntarioso.