Por Salvador Santoro
Es la denominación genérica de la ropa usada por ganaderos, mayorales y vaqueros para las faenas de campo y, también, visten “de corto” los rejoneadores y, en festivales, toreros y picadores. Debe su nombre al tamaño de las prendas que lo componen, en particular la chaquetilla, que llega sólo a la altura de la cintura.
Matizando la diferencia entre trajes “corto” y “campero”; aquél – más elegante – lleva chaquetilla con solapas y bolsillos laterales, que normalmente se pone sin cerrar, y calzona ajustada que, si es abierta (algo más corta), tiene una pieza en su extremo inferior rematada con cinco ojales dobles para meter los “caireles”. Éstos son adornos que cuelgan, en oro o plata (con motivos taurinos o de equitación) o, menos lujosos, como clavos de herrar y figuras con crines. El calzado indicado, es el botín vaquero (de media caña) con o sin polainas de cuero. Con la calzona larga, algunos banderilleros, utilizan zapatillas de torear, más cómodas para la lidia, pero – a mi ver – estéticamente inapropiadas.
La vestimenta campera – de trabajo – consta de “guayabera” parecida a la chaqueta descrita con anterioridad pero con cuello de tirilla y cinco botones (suele abrocharse el superior) y pantalón de talle alto con vueltas de muselina blanca. Lo adecuado es calzar boto campero (enterizo o con cremallera), de piel de becerro o – a poder ser – de anca de potro, más fina y flexible.
En ambos casos, la indumentaria, se complementa con: chaleco, camisa normal o de jaretas, tirantes, faja negra o pañuelo de colores y las delanteras o “zahones”, que protegen las piernas, hechos de cuero repujado. Se debe gastar sombrero de ala ancha, a juego, de fieltro negro, gris, marrón o beige; usándose la gorra en días de lluvia o viento y, siempre, por los subalternos.
La prenda de abrigo es el “marsellés”, chaquetón cruzado con amplias solapas y coderas ribeteadas con pasamanería. Se luce en el paseíllo, vuelto del revés, sobre el hombro o en la perilla de la montura.
El traje corto, se confecciona – del mismo tejido liso o rayado – en paño, terciopelo, pana o géneros de verano (“mil rayas” y tonos claros). El color y dibujo de la calzona, que puede ser distinto al de la casaquilla, es variado; siendo los más toreros: el de “medio ancho” (listas grises), “pata de gallo” o Príncipe de Gales.
Para concluir, nuestro sincero homenaje a los sastres de toreros – menestral del patrón y la tijera – y costureras que, con miles de puntadas, consiguen que el ceñido traje corto o el de luces – una vez encajado – no haga ni una arruga.
Post scriptum
Como colofón a esta columna, con suma gratitud y complacencia, difundir un conseguido y bello poema que me ha dedicado el farmacéutico y preclaro aficionado taurino linarense, Antonio García Sánchez, que es muy mi amigo. Dice así:
Décima a Salvador Santoro
Porque es buen aficionado,
el amigo Salvador
merece con todo honor
ser querido y admirado.
De la Fiesta enamorado,
entre crónica y reseña
tal pasión no la desdeña
y en su apellido Santoro
¡lleva hasta el nombre del toro
como santo y como seña!
Antonio García Sánchez
(Linares, diciembre de 2015)