Me encuentro de casualidad con esta fotografía que encierra tanta historia y que ahora casi diez años después guarda un valor sentimental muy alto pues corresponde a los inicios de la Escuela Cultural de Tauromaquia de Jaén, fundada en el año 1997 aunque esta instantánea puede corresponder al año 1999.
En ella aparecen Arturo Montilla, Eduardo Ortega, Antonio Sutil, Lupón, Manolete, uno que creo que debe ser el Quico,»Tibora» y Pedrito Jurado todos ellos tras torear las becerras que se solían soltar con motivo de la fiesta campera del Club Taurino «Tendido 1» de Jaén.
Casi diez años después mucho han cambiado las cosas: Eduardo Ortega, que fue el único que debutó con picadores, quedó un año el segundo clasificado en el Ciclo de Novilladas de la Junta de Andalucía por detrás del gatidano Sánchez Mora y por delante del malagueño Joselito Ortega en la Plaza de La Merced de Huelva, en una tarde que no olvidaré pues estuve allí presente. Llegó al alternar con «El Fandi» en Jaén, con Antón Cortés en Algeciras y debutó con picadores en La Malagueta el mismo día que Salvador Cortés, cortando una oreja. Fue el primer torero que salió de la Universidad de Jaén pues estudiaba Derecho y a día de hoy, quitado totalmente del toro, ejerce como abogado y es padre de Elenita, una niña muy guapa.
Antonio Sutil también se vistió de luces un par de ocasiones en Jaén, Baeza y alguna plaza más. Actualmente es empresario.
Juan Peco, que se anunciaba en los carteles como «Juan Jesús Jaén» aunque todos le conocemos como «Manolete» pues es exactamente igual que el monstruo cordobés, toreó en Jaén en una ocasión, algunas veces por Benidorm y creo que la última vez que hizo el paseíllo fue en los ciclos de promoción de La Algaba. Actualmente es policía local en Bélmez y está casado.
José María Poza «El Tibora» era de Baeza y recuerdo que tenía una cicatriz enorme en la garganta por una banderilla que una vez se le clavó ahí o al menos esa era la historia que me contaron. Era todo un personaje y le ví torear varias veces en Jaén y en Baeza. No hemos vuelto a saber de él.
Pedrito Jurado, al que conocemos como «Zalea», sólo toreó una vez, fue una becerrada vestido de corto en Osuna en que pasó mil fatigas para matar el becerro. Es aparejador y vive mejor que todos nosotros juntos.
Arturo Montilla era compañero mío en los Maristas, y nos pegábamos los recreos enteros hablando de toros de aquí para allá y poco a poco conseguimos hacer algo de afición entre el resto de compañeros de su curso y el mío, pues él es un año mayor que yo. Llegó a poner el cartel de la muerte de Manolete en Linares en el tablón de carteles de su clase.
Una vez se vino conmigo a una tienta en lo del Hueco, por las Navas de Tolosa y creo que no se le debe olvidar aún el porrazo que me pegó una becerra que me estampó contra un burladero …ese día el que menos suerte tuvo fuí yo.
Arturito está terminando Arquitectura y me alegra coincidir con él cuando menos lo esperamos ambos. ¡Con la de tardes de toros que hemos visto juntos, la de meriendas que nos hemos pegado en su casa, y las cintas de toros que hemos visto mil y una veces !
Y Lupón, mi gran amigo Pepe.Uno de los tíos con más arte que conozco y que después de mucho esperar nunca llegaron a darle la oportunidad de anunciarlo en una plaza. Perdimos a un torero pero ganamos a un gran guitarrista y dentro de poco un Guardia Civil como Dios manda.
Y Lupón, mi gran amigo Pepe.Uno de los tíos con más arte que conozco y que después de mucho esperar nunca llegaron a darle la oportunidad de anunciarlo en una plaza. Perdimos a un torero pero ganamos a un gran guitarrista y dentro de poco un Guardia Civil como Dios manda.
Con la nostalgia que da el recuerdo, con la experiencia de lo vivido, con miles de sueños de entonces que aunque no se hayan cumplido a veces se siguen teniendo por mucho que pasen los años y uno sepa que ya no se cumplirán nunca, veo ahora esa foto y no puedo evitar emocionarme al tiempo que cabrearme al pensar en donde demonios estaría yo en ese momento en que se hizo la foto.
Chavales que quisieron ser toreros, lo intentaron, alguno consiguió importantes éxitos entonces. Hoy cualificados profesionales de aquello en lo que decidieron trabajar, pero al mismo tiempo buenas personas y grandes aficionados con los que sigo compartiendo tardes de toros como lo hacíamos cuando teníamos catorce años y con los bolsillos llenos de pipas vimos una tarde inolvidable en que Antoñete y Curro Romero vinieron a demostraron en un mano a mano que el toreo es eterno.