Las huellas sobre el barrizal se multiplicaban por el ruedo porque la tormenta era constante. Las cuadrillas buscaban el refugio tras debatir ampliamente si echar adelante el festejo o no.
Y una vez el ruedo quedó despejado a falta de areneros que recompusieran el piso de plaza, repentinamente los tendidos comenzaron a gritar ¡Pedro Sánchez, hijo de puta!
Nos pilló de sorpresa. Nada tenía que ver con la terna actuante ni con la tarde de toros en sí. Sucedió el pasado viernes en Granada.
El público de toros habitualmente increpa a la presidencia. En este caso lo hizo compulsivamente, pero con otro presidente que no estaba ahí presente: el del Gobierno.
La escena nos trajo a la memoria la reflexión filosófica de Ortega y Gasset, cuando sentenció que el discurrir de España se percibe al asomarnos a una plaza de toros y ese es el espejo en que los españoles debemos mirarnos para saber cómo andan las cosas en este país.
La plaza de toros de Granada – con un impresionante lleno- se convirtió en un termómetro para medir a tiempo real el calentón generalizado de los españoles ante un Gobierno atrapado en una espiral de escándalos. A voz en grito el público se manifestaba histéricamente con algo totalmente ajeno a la lidia.
Ese público que en los toros tiene el poder de decisión sobre el resultado, flameando pañuelos blancos, y dispone de la libertad de arrojarse al ruedo a sacar en volandas a sus ídolos por la puerta grande. Esto último en Madrid se está yendo de madre con la caballería montada de la Policía Nacional repartiendo fustazos a los entusiastas aficionados, confundiendo una salida a hombros con un escrache descontrolado en Ferraz.
Esto último preocupa y mucho. Pero también un nuevo fenómeno que se está produciendo. Afortunadamente hay una invasión de jóvenes en los tendidos, lo llevamos viendo toda la temporada, pero parte de este nuevo público ha desembarcado con el hábito del botellón en el tendido y las conductas del hincha del fútbol, contagiando una forma de proceder que dista mucho de lo que es el toreo a excepción del bullangueo de Pamplona, Huesca o Pontevedra donde se va a los toros en peñas de amigos y con ánimos festivos.
Este nuevo público corea los nombres de los toreros y hasta el de los ganaderos, como sucedió en Las Ventas con Victorino Martín en su salida a hombros con Borja Jiménez de igual forma que la hinchada de un equipo de fútbol en un corteo camino de un estadio. Lo hacen mientras lo graban en video para compartirlo automáticamente en Instagram pero no se detienen en profundizar en conocimientos y desarrollar una afición que requiere de un aprendizaje constante para entender aquello que se ve y comprender el porqué de cada momento de la tauromaquia.
El toreo vive un renacer ilusionante, quizás como respuesta al ministro de censura Urtasun, pero corre cierto riesgo de desordenarse en su rito y viciar al aficionado del futuro que se deja llevar por modas, repite por defecto aquello que en su creencia piensa que es lo correcto, está totalmente ayuno de una mínima educación taurina y encima pontifica y sienta cátedra mientras aprende de toros a través de Instagram.
Publicado en JaénHoy el 27 de junio de 2025