Lo que pudo ser y no fue.
Tras estar todo el sábado en una capea en Torres con los amigos, decidí quedarme en casa por la noche y es que además del cansancio propio de una jornada así tenía un motivo más para no salir: quedarme en casa viendo la corrida de rejones de Madrid.
Tenía especial interés por ver a Álvaro Montes en Madrid y me quedé gratamente sorprendido, y a la vez muy impresionado.
Con la Plaza muy a favor de Hermoso de Mendoza y bastante hostil con Fermín Bohórquez, Álvaro estuvo a una gran altura. Para mí, francamente, estuvo enorme.
En su primero, desde que lo recibió con la garrocha hasta el rejonazo final anduvo sobrado, entregado al toro y al público. Muy centrado, sabiendo lo que quería, gustándose. Sinceramente creo que es la vez que mejor le he visto. Una oreja que en verdad me pareció poco trofeo para como estuvo y sin ir más lejos así se reflejó con la insistencia en pedir el segundo trofeo por parte del público, tal y como se manifestó con la bronca posterior al presidente. Tras la horrible cornada que sufrió el caballo de Hermoso de Mendoza la plaza quedó conmocionada, porque verdaderamente, las imágenes eran horrorosas. A él le tocó remontar aquella situación y pienso que lo logró con creces. Lástima que el rejón de muerte al clavar hiciera guardia y posteriortemente, las otras dos tentativas fueran infructuosas.
