Días atrás tuvo lugar un tentadero algo especial, por sus participantes y por sus circunstancias. A caballo Diego Ruiz, hijo del ganadero, y a pie su hermano Dionisio, junto a mi padre y quien esto escribe.
Se tentaron dos becerras que dieron buen juego y permitieron a cada uno disfrutar. Posteriormente dimos paso a una magistral caldereta de cordero a cargo de Antonio Palomo, quien fue aficionado práctico tiempo atrás, compartiendo cartel en festivales benéficos junto a las máximas figuras del toreo y del que algún día hablaré más extensamente porque lo merece.
Precisamente este encuentro estaba fechado desde mucho tiempo atrás pero se había ido posponiendo hasta que él no estuviera totalmente recuperado de sus últimas operaciones. Por eso y por mucho más lo del otro día no dejó de ser un tentadero «en familia» y a ellos precisamente, a la familia Ruiz Cánovas desde aquí agradecemos públicamente el trato recibido.
De la tienta en sí decir que Diego era la primera vez que se subía al caballo y cumplió con creces. Su hermano Dioni llevó la dirección y se hinchó a torear. Mi padre, a pesar de sus años, las dolencias de un accidente de tráfico y llevar casi cuatro sin ponerse delante me sorprendió mucho, pues en toda mi vida había podido verle sacando del caballo a una becerra y volviéndola a colocar. Entre otras muchas cosas.
Dé cómo estuve no sére yo el que lo diga.