Por José Luis Trujillo del Real
Cuando salieron los carteles allá por marzo, ya hubo quien marcó este cartel como uno de los carteles estrella de las combinaciones abrileñas hoy pasadas a este San Miguel histórico. Tristemente, la lesión de Pablo Aguado dejó sobre el papel un mano a, mano que no restó ni un ápice a la expectación creada, colgándose en las taquillas el cartel de «No hay localidades para hoy». El paseíllo fue de los que se recuerdan y cuando los matadores fueron invitados a saludar desde el tercio, a muchos no dejó indiferente el apretón de manos de Morante y Juan Ortega tras saludar la ovación.
Pero es el toro es quien tiene siempre la última palabra y cuando no hay toros el espectáculo, queda insulso, y la corrida de Juan Pedro en ocasiones no es que no tuviera casta o fuera mansa es que simplemente no tenían vida.
El más perjudicado sin duda por los toros fue Morante, lo de la mala suerte de este torero en los sorteos es para estudio, apenas pudo lucirse en la muleta con detalles sueltos, pero todos ellos llenos de sabor, y en el capote sólo pudo lucirse en los quites de los toros de Juan Ortega. Dos colosos con el capote frente a frente.
La tarde tuvo sin duda, en el recibo a la verónica de Juan Ortega a su primero, su máximo apogeo. La plaza crujió, cuando se estiró en el primer lance y fue a más en el ramo de verónicas, hasta diez… La plaza era un manicomio… la gente se buscaba en los tendidos con los ojos vidriosos de la emoción, algunos se abrazaban incrédulos, otros se echaban las manos a la cabeza mientras los compases de Tejera apenas se escuchaban apagadas por la música de las voces de la multitud…. Siguió la lidia y en el quite Juan Ortega trajo el aroma de la Alameda con unas chicuelinas cargadas de plasticidad y de pronto Morante en la réplica, en la verónica barroca rematada con una media de frente que duró todo lo que usted se pueda imaginar… y algo más. La tarde se barruntaba de lío gordo, y el brindis del torero y en la muleta de Juan Ortega se abocetaron algunos lances al natural pero aquello era menos de lo que la gente creía, alguien susurró en el tendido, Sevilla está prendada de Juan Ortega… pero tres pinchazos aguaron el vino y todo quedó en nada…
Las cotas mayores de una tarde cuesta abajo, volvieron en el sexto, Morante toreo por chicuelinas, cargadas de barroquismo y respondió Juan por el mismo palo, en su versión más clásica. La faena de muleta se inició por versos mayores en el toreo en redondo, al natural bajó el poema y como esta vez la espada entró a la primera y paseo el único trofeo de la tarde. Sevilla se ha enamorado de un torero.