Jaén Taurino

El Planeta de los Toros desde Jaén

Crónicas

Regreso triunfal de los toros a La Carolina

 

 

 

Plaza de toros portátil de La Carolina.

Corrida de toros con motivo de su Feria de Mayo. Casi lleno en tarde agradable. Plaza portátil instalada junto al recinto ganadero «Resti»

Seis toros de Núñez del Cuvillo. El sexto fue premiado con la vuelta al ruedo

FINITO DE CÓRDOBA Teja y azabache Silencio y silencio
CURRO DÍAZ Azul noche y oro Dos orejas y ovación
MANUEL ESCRIBANO Grosella y oro Dos orejas y rabo y dos orejas y rabo

Tras nueve años de ausencia volvieron a darse toros en La Carolina, y el regreso fue por todo lo alto con un llenazo – faltaron muy poquitas entradas para el «No hay billetes»- y la salida a hombros de Curro Díaz y Manuel Escribano, que se llevó la tarde con un triunfo rotundo de cuatro orejas y dos rabos.

Por historia y tradición es La Carolina un municipio ganadero. Desde tiempo inmemorial en su término municipal pastan ganaderías de bravo. Ha sido cuna de hasta tres matadores de toros y hoy día incluso cuenta con algunos profesionales en activo, picadores que ejercen a su vez como vaqueros y mayorales en el campo bravo de Jaén. Se suma desde hace un año la existencia de la Peña Taurina de La Carolina, que aglutina a más de un centenar de aficionados del pueblo y municipios vecinos, convirtiéndose en este tiempo en una de las entidades carolinenses más potentes.

Han vuelto los toros a lo grande a La Carolina. No ya sólo por el cartel tan importante que se anunció para la ocasión y el resultado artístico final, sino por el hecho de saber hacer las cosas bien y cuidar los detalles: un piso de plaza óptimo para la lidia, alguacilillos perfectamente vestidos – cosa que no ocurre a veces en plazas de obra-, un tiro de arrastre de mulillas como tiene que ser, y hasta una banda de músicos que sonaba bien. Todo eso suma. Y en el palco presidencial el «Bobas», alcalde de La Carolina estaba entregado a la causa de la vuelta de los toros al pueblo.

La corrida enviada por Cuvillo bien presentada e idónea para un festejo así, con algún toro de mayor presencia sobre el resto. De capa negra en su casi totalidad, el que hacía último del festejo acabó encendiendo la traca final. Un jabonero sucio de nombre «Rosito- 264» que tuvo una embestida explosiva, incansable y que transmitió la emoción constante a los tendidos. Fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre tras una petición de indulto que hubiera sido antirreglamentaria por cuanto el Reglamento Taurino Andaluz no contempla esta opción en portátiles y el gran público lo desconoce. Pero esto es un debate aparte.

Ese toro, sexto de la tarde, propició a Escribano redondear una tarde en la que pudo torear a placer. Acostumbrado a hierros durísimos en la cabaña brava, Manuel Escribano se vació toreando ayer en La Carolina con un lote para disfrutar. Entrega absoluta de este torero que dio todo de sí. Con una actitud intachable y ejemplar. Además mató a ambos con sendas estocadas.

Curro Díaz formó un alboroto con su primero. Un bravo ejemplar de Núñez del Cuvillo con el que Curro se estiró toreando con profundísimos muletazos por ambos pitones. Toreo hondo por el derecho, largos al natural y muy despacio por ese pitón, toreando al ralentí.

No se lo puso fácil el quinto, con una embestida muy descompuesta, calamocheando constantemente y con un peligro sordo. Llegó a derribar bruscamente a su picador. Tiró de compromiso  e hizo bien en quitárselo de en medio en cuanto el toro terminó de ponerse imposible para la faena de muleta.

Y «Finito de Córdoba» a pesar de dejar destellos y retazos de su toreo a intervalos durante la tarde, frente a un lote muy desigual, no terminó de ajustarse.

Así transcurrió una tarde agradable y entretenida que despertó mucho interés en la comarca por el regreso de los festejos a La Carolina y que dejó algunas situaciones simpáticas, como el borrico que rebuznaba tras una alambrada a los caballos de los picadores en el exterior de la plaza y se oía sonoramente en el interior, o la sensación de oír la suelta de una rehala en plena montería porque en el exterior de la plaza se celebraba la exposición de rehalas carolinenses y constantemente se oían las ladras, el sonar de las campanillas de los collares y algún toque de caracola de los perreros.

Foto: Marisa Fernández

 

 

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