Plaza de toros de Santisteban del Puerto. Cuarto festejo de feria de Pascuamayo.
Media entrada. Seis toros de Sancho Dávila, premiado el quinto con la vuelta al ruedo «Brulado-20»
JUAN LUIS PIZARRO | Grana y oro | Oreja y dos orejas |
PACO UREÑA | Lila y oro | Ovación y dos orejas |
ROCA REY | Blanco y oro | Silencio y dos orejas |
Cuando el portón de cuadrillas se abrió y Juan Luis Pizarro apareció y se detuvo en las rayas del tercio, realmente salió a buscar la felicidad. Y la acabó encontrando. Dos horas después abandonaba la plaza de Santisteban del Puerto saliendo a hombros por la puerta grande, acompañado por Paco Ureña y Roca Rey, poniendo así el punto final a su carrera.
Y es que aunque finalmente no se escenificara sobre el ruedo el emblemático corte de coleta con el que los toreros dicen adiós a la profesión realmente este cartel, esta actuación guardaba ese significado. Esta tarde suponía la despedida de los ruedos de Juan Luis Pizarro. Algo que el toreo le debía y que él, a sí mismo, también se lo debía. Por ello el ruedo de Santisteban fue el escenario de algo que hubo de suceder tiempo atrás en la plaza de su Úbeda natal, y circunstancias ajenas a él truncaron llegado el momento.
Pero pasado el tiempo, los años, y aquellas circunstancias, la vida y el toreo han devuelto a Pizarro aquella oportunidad que entonces se le retuvo.
Para llegar hasta aquí el torero de Úbeda se había preparado a conciencia. Como si fuera a hacer temporada aunque realmente se trataba de una sola corrida y dos toros por delante.
La corrida llevaba el hierro de Sancho Dávila. Un encierro que venía de “Puertolaca”, del mismo término de Santisteban. El ganadero trajo seis toros muy distintos entre sí. Se dejaron torear los dos primeros, el tercero sin fuerza ni raza, complicado el cuarto y excepcionales quinto y sexto. Al quinto incluso se le pidió indulto por ese público deseoso de indultar un toro a poco que dure en la muleta de un torero y el presidente con criterio desoyó la petición y sí optó por premiarlo con la vuelta al ruedo.
Pizarro puso en evidencia su preparación ante este compromiso, que no fue un trámite ni mucho menos. Disfrutó toreando el primero, un toro noble que le dejó al ubetense expresar su toreo. Y en el cuarto, complicado y con el que no se podía bajar la guardia, Pizarro se puso firme y le pudo, dejando momentos de intensidad en su toreo e incluso le hizo sacar su carácter, su raza de torero. En ambos toros dejó dos estocadas contundentes y suficientes para que rodasen.
Brindó a Ureña la faena del cuarto, último de su carrera. Compañera de tantos años y fatigas en la lucha por ser torero de uno y otro. Paseó las dos orejas asomando las lágrimas en su rostro, con la satisfacción del deber cumplido y el sueño logrado. Bajo la admiración y el respaldo de muchos aficionados que acudieron a la plaza de Santisteban del Puerto para estar presentes en su última tarde vestido de luces.
Paco Ureña se presentaba en esta plaza. Estuvo entonado con el primero, aunque el toro se fue viniendo a menos poco a poco. Pero en el quinto se vino arriba, teniendo ante sí a un toro importante, con mucha clase en la embestida. Con este toro Ureña se rompió toreando, hasta el punto de torear al natural con la derecha en una imagen inusual en las plazas. Faena muy intensa la del quinto que seguro le dio mucha moral al torero de Lorca.
Cerraba cartel Roca Rey. Pechó con el toro más desrazado de la corrida en el tercero, convirtiendo aquello en un quiero y no puedo constante. El público incluso se puso en contra del peruano. En el sexto ya fue otra cosa pues Roca Rey espoleado por el triunfo de sus compañeros salió a darlo todo dando su mejor versión, la del torero arrollador que está arreando en las plazas. Quietud, valor y firmeza en su toreo explosivo y el público volcado con él.
En lo negativo hay que destacar únicamente los diez minutos de retraso con que se inició el paseíllo de forma incomprensible.
Foto: Marisa Fernández