Por Salvador Santoro
Primitivamente (siglo XVIII), en tierras andaluzas la única identificación en las ganaderías de bravo era marcar a los machos con un pequeño corte en el papillo. El incremento de cabezas bovinas lleva a implantar un distintivo (el hierro y la señal de oreja, sería posterior), consistente en cintas de colores prendidas en el cerviguillo del toro, antes de salir a la plaza. Es la génesis de la divisa, fijándose el tono granate para la vacada del Conde de Vistahermosa (desde 1790 y casta predominante en la cabaña actual); el azul para la formada hacia 1740, por Luis Antonio Cabrera (es el encaste miureño); el blanco para Rodríguez y el oro para la de Joaquín Giráldez (1823).
Las sucesivas particiones y venta de ganado, generaron problemas al coincidir el diseño de la divisa en algunos ganaderos. Una vez fundada la Unión de Criadores de Toros de Lidia, en 1905, se estableció una sola divisa (mezcla de hasta tres colores) para cada hierro, a excepción de Miura, que usa dos: verde y grana (la original) en provincias y en Madrid, verde y negra. La explicación es que, la mítica torada de “Zahariche”, no introdujo el negro como indicativo de luto por la muerte del diestro cordobés, José Dámaso Rodríguez “Pepete”, en la Villa y Corte el 20 de abril de 1862, causada por el toro “Jocinero” que ya la lucía encarnada y negra; sino porque – con anterioridad – el cura y ganadero Antero López, se apropió de la que don Juan Miura (el fundador) utilizaba en un principio.
En festejos regios o de gran solemnidad, la divisa, se cambiaba por otra de mayor tamaño llamada “moña” (hecha con bandas engarzadas en un rosetón) y practicábase, por aquel entonces, la arriesgada suerte de “arrancarla” del morrillo del astado a su salida, como ofrenda a una dama o personaje ilustre. Hoy, las moñas y banderillas de lujo, únicamente se utilizan en corridas extraordinarias; siendo menos ostentosa la divisa corriente. Ésta – con una roseta de la que penden tiras de raso unidas por un arpón – se sujeta a la garrocha con gomas para que suelte fácilmente al clavar. La operación de “poner” la divisa, se realiza en los corrales a través de la trampilla del chiquero o en la propia manga. Los detractores de su uso, que los hay, argumentan posibles lesiones medulares: descoordinación de movimientos en el animal, que en alguna ocasión se ha producido. En este sentido, el vigente Reglamento Taurino de Andalucía establece que, a criterio de la empresa, las reses podrán o no llevarla al saltar a la arena.
No obstante lo anterior, somos de todo punto partidarios, que el toro – avivado por el arponcillo – irrumpa altivamente en el ruedo, ondeando la divisa, símbolo de su noble estirpe.