El actual régimen jurídico de la Fiesta de los Toros, está contemplado en la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos; en el Reglamento que la desarrolla (modificado en 1996) y en los de cada Comunidad Autónoma. El vigente en Andalucía, es ciertamente modélico.
Desde tiempo inmemorial, la lidia ha estado sujeta a cánones ya recogidos en las viejas Tauromaquias; pero también hay normas no escritas – derivadas del uso y la costumbre – por las que se rigen los profesionales del toreo. Algunas cuestiones de este curioso y desconocido “derecho” consuetudinario, se tratan a continuación.
En primer lugar, significar que entre las cuadrillas y durante el sorteo, corresponde al representante del director de lidia (espada más antiguo), decir en voz alta y anotar – en papel de fumar, es norma – los números de las reses que componen cada lote. Sin embargo, será el banderillero del diestro que cierra cartel (para que no haya trampa por el tamaño), quien los liará en igualadas bolitas que, introducidas entre dos sombreros, se cogen (lo que en argot taurino se dice “meter la mano”) por orden de antigüedad.
En las cuadrillas fijas, los dos subalternos que van “lidiando” y los dos picadores, suelen rotar el orden de intervención (primer o segundo toro de su matador) en las sucesivas corridas y, en caso de ser eventual la contratación, lo sortearán. Tácitamente, el peón que brega no banderillea a ese toro, pareando “por delante” al otro del lote de su maestro. En esto, como en todo, hay sus excepciones. Por citar, el cotizado capotero granadino, Enrique Bernedo “Bojilla” (figura que fue de los de plata), nunca cogía “las frías” y, ahora, ocurre otro tanto en la espectacular cuadrilla de Javier Castaño, lidiando siempre – magistralmente – Marco Galán y luciéndose y exponiendo con los rehiletes: David Adalid y Fernando Sánchez.
En el paseíllo, el “tercero” va en el centro de la fila correspondiente, situándose a su izquierda el subalterno de la cuadrilla que, ese día, lidia en primer lugar y a la derecha el otro compañero.
En señal de respeto y jerarquía, los banderilleros se destocan ante su matador al recoger la montera, que éste había dejado en la arena – muchos bocabajo, por superstición – tras el brindis. Igualmente, es cortesía, cederle el paso al entrar por la tronera del burladero.
Atendiendo a la tradición de cada lugar, en México, por ejemplo los toreros dan la vuelta al ruedo a izquierdas (en sentido de avance inverso a las manecillas del reloj), al contrario que en plazas españolas: dextrorso. Asimismo, en el coso de Pignatelli en Zaragoza, acostumbran a tocar con acompañamiento de palmas del público, la Jota de los toros (de R. Borobia), al salir el último. En otros, siempre se toca el mismo pasodoble durante el despeje de plaza. Verbigracia, en Linares es Agüero, de José Franco; en Málaga y Valencia, Pan y toros (Asenjo Barbieri) y Plaza de la Maestranza, de David Vela, en la de Sevilla. En la Plaza de Toros de Jaén, generalmente, se interpreta La Giralda, de Eduardo López Juarranz, cuando asoman al ruedo la pareja de alguacilillos. Es de notar que, compuesto por el insigne maestro Sapena, existe un pasodoble titulado, precisamente, Alameda Coso – que de implantarse – daría identidad a sus festejos taurinos.
Además de procurar el buen gobierno de los festejos y de seguir las reglas para la ejecución de las distintas suertes; el llamado “arte de Cúchares”, debe conservar la usanza y el proceder de remotos ayeres.