Pertenezco a una generación que creció viendo toros en Televisión Española. Pero también en las privadas, en la autonómica y en las de pago -Canal Plus, Vía Digital, Quiero Tv- . Los toros en la televisión eran una absoluta normalidad y por ende los toreros eran personajes habituales de nuestra sociedad. Admirados, respetados y valorados.
La retransmisión de una corrida para aquellos niños que fuimos, era sinónimo de acontecimiento. Aquellas tardes que tuviéramos clase, andábamos impacientes porque sabíamos que ese día había toros por televisión. La propia cadena lo anunciaba con la famosa canción «Matador» de «Los Fabulosos Cadillacs» y no nos importaba esa tarde no ver las «Tortugas Ninja». Preferiamos ver los toros.
La corrida de los quites entre Joselito y Ponce, la tarde de los seis toros de Joselito en Madrid, la alternativa de Cristina Sánchez en Nimes, la del Juli allí también o la Beneficencia en que José Tomás salió a hombros las vieron muchos de mis amigos que no sabían apenas nada de toros. Para varios de ellos fue un descubrimiento, se engancharon a la Fiesta y hoy día son fabulosos aficionados.
Hago toda esta reflexión al cabo de una semana de haberse celebrado la clase práctica de la Escuela Taurina de Jaén logrando un éxito importante.
Una quincena de niños hicieron el paseíllo vestidos de corto. Alguno quizás ya tenga más de dieciocho años, pero en su mayoría aquel tropel de niños era gente menuda. Prácticamente todos se pusieron delante. Con más o menos técnica y conocimiento, pero con raza, voluntad, actitud, personalidad e indudablemente valor.
Una generación entera que ha crecido -o está creciendo- sin tener esa presencia habitual y normal del toreo en la televisión. Y eso, es lo sorprendente.
Sus gestos, sus reacciones con los trastos y en la cara de las becerras resultaban entre innatos e instintivos. Naturales y lógicos, pero no forzados.
Muchos proceden de pueblos donde no hay actividad taurina, o si acaso, la hay muy testimonialmente. Quizás su acercamiento al toreo y su conocimiento del mismo sea posible gracias a las facilidades de internet.
Ahora que la Tauromaquia corre serio peligro, sufriendo un ataque y acoso continuo, ver a toda esta generación de toreros en miniatura hace pensar que el toreo tiene futuro. Y lo tiene porque en pleno Siglo XXI a pesar de trabas y limitaciones, siguen habiendo niños que sueñan con ser toreros el día en que se hagan mayores.
Foto: Juande Gómez