Jaén Taurino

El Planeta de los Toros desde Jaén

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El ínclito «Chalina»

Por Salvador Santoro

Traemos a nuestra habitual colaboración, un controvertido personaje de la prensa linarense de finales del siglo XIX, que escribía de espectáculos y toros en El Eco Minero, importante y perdurable (se editó durante 20 años) periódico dirigido por Julián de Martos Morillo, declarado aficionado. Firmaba sus crónicas con el sobrenombre de “Chalina”, no pudiendo averiguar su verdadera identidad. Gustaba utilizar afilada e irrespetuosa pluma en sus redactados. Sirva como clarificador ejemplo la cáustica crónica publicada, el 5 de junio de 1887, en la cabecera citada ut supra, donde no dejaba “títere con cabeza”. Precisar que las frases y expresiones entrecomilladas y en cursiva, son copia fiel del original, manteniendo las faltas de ortografía y erratas tipográficas de bulto que contiene. Los correctores de la redacción e imprenta, en esta ocasión, se cubrieron de gloria.

La reseña se refiere a la “corrida” (debió ser novillada con picadores) verificada en el coso de Santa Margarita el 29 de mayo anterior, con ocasión de “solemnes honras” a la Patrona de Linares y a beneficio del Hospital. La entradilla, a tenor literal, dice: “Oficiaban de Empresarios en la juerga cornúpeta, varios cabayeros (sic) de la crema barbiana vecinal”, primer palo del provocador periodista. Y continúa: “…y como jefe de pelea, el simpático diestro Angel Viilar [Villar], (Villarillo) con su correspondiente consorte de ingertos auxiliares.” Sigue “faltón” con las cuadrillas el desahogado revistero.

Y ahora le toca turno al ganadero don Tomás Marín, de Villanueva del Arzobispo, del que Chalina espeta: “muy señor mio y amigo… del que lo conozca, por que lo que es yo, juro no haberle hechado pan en toda mi vida”. Y prosigue, poniendo fina la ignota ganadería anunciada esa tarde y, por ende, el encierro a lidiar. También, como no, a los organizadores del festejo, afirmando: “Con tales antecedentes, no tendré que molestarme mucho para convencer al auditorio de que el espectáculo, estuviera en relación ajustada con la forma de sus arregladores… y aquí me quedo, aunque resulte corto”.

Con magnífica temperatura y entrada de mejor suerte, aparecía en el palco de la presidencia un empleado del “Exmo. Ayuntamiento” mostrando un cartel para advertir al público, seguramente, que aunque todavía no había comparecido su señoría “por mor de estar entretenido en hecharse un tute.., el acto iba á comenzar según la nota de tiempo prefijado en los anuncios [las cuatro y media de la tarde]”. A los pocos minutos, asomaba por el “mostraor de la salchicheria presidencial, el busto de su Excelencia, que á no mentirme las señas era el Sr. D. Ambrosio Rodriguez, con su cara de todos los dias y el moquero de reglamento”. También, el Usía se llevaba su alícuota parte del grosero redactor.

La banda de música que amenizaba el festejo, tampoco se fue de rositas y con el despectivo término de “bizcochera” – por dos veces – se refería a la agrupación musical dirigida por D. Antonio Camacho que, en tanto daba la orden de inicio del paseíllo el renuente concejal, “soltó al aire sus acordes” mientras “se ponía en marcha correcta la patulea culona”. Igualmente, reprochaba a la banda la interpretación – en los entreactos – de pasacalles acompañado de palillos.

Por fin, el irrefrenable Chalina, entraba en materia taurina, para describir lo acontecido en el ruedo. Sonó “la cuerna” (curiosa forma de llamar al clarín) y saltó a la candente arena el primer toro (“presunto de solomillo”, motejaba) de la suelta, negro de pelo, bien puesto de pitones y “tuerto” del ojo izquierdo. Tomaría cinco varas de los piqueros, pasando a suerte de banderillas sin nada notable que destacar. Asimismo, indica que los rehileteros, le pusieron algunos pares, “y nones [dejar sólo un garapullo], de cualquier manera”. Se cambia el tercio para la “suerte estrema” (la suprema, se entiende) pasando a manos de Villarillo “que mejor fuera hubiera [así figura] pasado á las de D. Gregorio Garrido, en un dia de Vacuna) (sic). La actuación del coleta de Jaén, la resume de forma lacónica y en durísimos términos: “… para no tratar de brega la mojiganga que invirtió el matador como preliminar de una serie de sablazos y puñaladas tabernarias sin ejemplar en los fastos de la fiesta nacional, y dejemoslo soportando la nube de chiflidos y notas de cencerro con que el público justiciero premiara su destreza”. ¡Ahí llevas, Villegas!

La lidia del que hacía segundo no tiene desperdicio por lo que transcribimos, al pie de la letra, este largo párrafo: “y apoco, asomo la jeta el segundo quien mas bien que toro, parecia una vaca domestica en estado lactante, y aquien apenas le rascaron con las puyas los de la comisión, salio pidiendo socorro; nota que tuvo en cuenta el Sr. Presidente, por aquello del refran que á enemigo que huye puente de plata…”. Sin detalle alguno de novedad reseñable trascurriría el segundo tercio y, pasado al último, los espectadores pensaban que Villarillo – que actuaba como único espada – se sacaría la espina de su actuación en el que abría plaza “¡Pero cá, ni agua! El mismo bailoteo… igual desconcierto al herir é identica rechifla que la anterior en pago á sus merecimientos tanto que desde este punto nos negamos á seguir nuestro relato”, concluía el deslenguado crítico.

Los dos últimos astados resultaron tan malos como sus hermanos, con una penosa lidia y ningún lucimiento.

A pesar de que las localidades tenían un precio más asequible que lo que era de común por aquel entonces, dado el carácter benéfico del festejo; el polémico cronista lo tachaba como uno de los “mayores camelos, entre los muchos que se vienen dando en nuestra plaza”, lamentándose, asimismo, que “como á ciencia y paciencia de quien puede y debe se provocan ocasiones que estreman la prudencia de nuestro pueblo, con tan poco temor de las consecuencias”.

El ínclito Chalina, finaliza la crónica reivindicando la categoría que siempre ha tenido la Plaza de Toros de Linares – cuestión de plena vigencia hoy – con este alegato: “Triste es á la vez, que nuestro hermoso Circo taurino, tenga su prestigio tan en baja, en efecto de tamaños herrores (sic) que deseariamos en el alma ver corregidos en breve, en honor de este, y para seguridad y ventaja de todos”.

Desde luego que los artículos del preclaro Chalina, no debían pasar desapercibidos entre los lectores, a juzgar por su abyecto estilo literario y soez lenguaje, que por supuesto no es de nuestra cuerda; pero es probable que su prepotencia debió ser alguna vez contestada por algún destinatario de sus envenenados “piropos” y lindezas, calentándole la cara. Este riesgo corre el “plumífero” que alardea de escribir con tanta “valentía“ e “independencia”, que debe estar reñida con la objetividad y elegancia del buen periodista.

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