Jaén Taurino

El Planeta de los Toros desde Jaén

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Con acento campero


Por Salvador Santoro

Los ganaderos de reses de lidia – en su crianza y manejo – y, especialmente, el personal a su cargo (mayorales y vaqueros) que “bregan” a diario con el ganado bravo, tienen al hablar un peculiar acento campero, lógicamente, diferente según su origen o la localización geográfica de la ganadería: Andalucía, zona centro (Castilla – La Mancha y Extremadura, fundamentalmente), Salamanca, Portugal, Francia o Hispanoamérica. Pero, en general, utilizan voces casi desconocidas o expresiones poco oídas por muchos aficionados a los Toros.

De manera aleatoria, hemos escogido algunos ejemplos para conformar e ilustrar esta colaboración en la página Web, JAÉN TAURINO”.
En inviernos tan lluviosos como el de hogaño, es frecuente “aspearse” los animales, resintiéndose de las pezuñas por estar largo tiempo en terrenos malos (pedregosos o enfangados) o en cercados (en México se les denomina “potreros”) muy húmedos. También, entre las personas del agro, dícese “desvieje” a la faena de “retienta” para eliminar las vacas de vientre viejas.

En las transacciones comerciales y “tratos” – al comprar, vender o movilizar – se habla de ganado “hierro arriba” y “la rastra”, queriendo indicar el número de cabezas herradas que se incluyen en una punta de hembras con sus crías y un lote de machos. Los criadores del campo charro, le dicen “cortinas” a los amplios corrales en las fincas salmantinas. Más curioso todavía, con “farinato”, se moteja en la vacada de Sepúlveda, en tierras de Salamanca, a las reses de pelo colorado, por su tonalidad un tanto oscura, que semeja al conocido – en gastronomía – plato salamanqués.

Por “pajazo”, se conocen las heridas en el párpado o en el propio ojo que el toro o novillo se hace al rozarse con las cañas de las rastrojeras o con la maleza de la dehesa.

El alambre de espino que sirve de cerramiento, a veces, produce lesiones oculares como tener una “nube” en el ojo, quedando éste tuerto o blanquecino. Ambos defectos en la visión, son motivo de desecho en los preceptivos reconocimientos veterinarios.

Por último, llaman con mucho deje “vaco”, a cualquier bovino con independencia del sexo, pero en particular a los bueyes, mansos o cabestros.

Sea este un sencillo y merecido homenaje a las gentes del campo bravo: ganaderos, mayorales, “caporales” aztecas, vaqueros, “campinos” lusitanos, mozos de cuadra, caseros, guardas y gañanes; que con su dedicación y esfuerzo enriquecen el lenguaje rústico: sabiduría popular – fruto de la experiencia – que perdura por transmisión oral.

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