Sin hablar español y apenas sabiendo comunicarse en inglés. Venían desde Praga y nos enseñaron fotos del “Fandi” en su móvil, para decirnos que lo admiraban. Un par de horas después se quedaron asombrados cuando vieron que era él quien venía a tentar esa tarde las becerras. Sacaron el traductor de su móvil, me lo enseñaron: aparecía la palabra milagro.
María Jesús Gualda, ganadera del “Añadío” me relataba así una de las muchas satisfacciones que ha vivido en todos estos años con quienes han apostado por su finca como hotel rural y el campo bravo como espacio alternativo para experimentar sensaciones diferentes. Ella se aventuró a abrir las cancelas del campo de una forma diferente a cómo hasta entonces se había hecho: permitiendo hacer noche en la dehesa, conociendo y participando activamente en las labores del campo, sometiéndose al devenir de una jornada que cada día, aunque de antemano cuente con un guión establecido, va discurriendo según lo marque el toro bravo y sus circunstancias.
De esta forma han visitado su ganadería, o lo que es igual, nuestra provincia, personas de culturas, razas y nacionalidades contrapuestas a la española. Haciendo turismo sin más inversión en promoción que el propio empeño de quien emprendió el proyecto.
Su testimonio, como el de Sancho Dávila, ganadero cuyas reses también pastan en El Condado, marcaron las horas previas a la presentación de “Jaén, Cultura del Toro” el pasado jueves en FITUR.
Tuve la suerte de estar allí. Como lo estuve, igualmente, hace cuatro años cuando en el Hotel Wellington de Madrid se presentaba pomposamente la campaña “Territorio Toro”, una iniciativa a cuatro bandas entre las diputaciones de Sevilla, Cádiz, Huelva y Jaén que se acabó diluyendo en el tiempo sepa Dios por qué razones.
Ahora es diferente. La Diputación Provincial se ha echado adelante para decir sin complejos que Jaén es tierra de toros per se. Lo hace por su cuenta, sin adherirse a otras plataformas para hacer bulto. Lo hace sabiendo estadísticamente lo que tiene, y ofreciendo claramente lo que tenemos: ganaderías que se visitan, festejos populares enraizados en lo más profundo de los pueblos, cosos centenarios, museos que perpetúan la memoria de una cultura y una historia incuestionable. Y todo ello demostrado a través de un excelente trabajo documental bien guionizado que muestra la realidad, tal cual es, de un Jaén que existe y que no hay que esconder, sino potenciarlo turisticamente demostrando, sin avergonzarse, que además de ser olivarera, renacentista e íbera, el toro es una seña de identidad que forma parte de nuestra cultura.
Hace cuatro años hubo un intento que quedó en sólo eso. Ahora creo que sí ha apostado la Diputación por el toro de forma contundente.
Publicado hoy en el Diario Viva Jaén