Por Salvador Santoro
Sería a finales del siglo XVIII, cuando se empiezan a poner las banderillas a pares, es decir, arponar los dos palos – uno en cada mano – al mismo tiempo. Fue, precisamente, Bernardo Alcalde Merino “El Licenciado de Falces” – torero navarro, inmortalizado por Goya en su serie La Tauromaquia – el inventor de esta suerte a dos manos. Hasta entonces, las banderillas, se clavaban “como las hacen: de una en una”. Hoy, se emplea esta frase como irónico dicho para estigmatizar a los malos rehileteros.
Tirando de argot taurino – tan extenso y gráfico -, son sinónimos de banderillas los siguientes vocablos: palos, rehiletes, garapullos, avivadores (alegran al burel tras los puyazos), palitroques, zarzos (expresión azteca) y “las frías”; en contraposición a las prohibidas “de fuego”, antaño conocidas como las “calientes” o “tiznás” por la quemazón que producían en la piel de las reses fogueadas. Definitivamente proscritas en 1943, las de pirotecnia, fueron sustituidas por las actuales banderillas negras – igualmente denominadas “viudas” o “de luto” – para condenar a los mansos que no se dejan picar en el primer tercio de la lidia.
Actualmente, se fabrican tres tipos de banderillas: las de haya o fresno llamadas de “palo tieso” (casi en desuso, por peligrosas); las metálicas retráctiles (patentadas por el matador de toros valenciano, Manolo Sales) y el modelo más utilizado, que cuelgan flácidas sobre el lomo del toro una vez clavadas.
En cualquier caso y a tenor de lo que dispone el vigente Reglamento Taurino de Andalucía, la banderilla tendrá una empuñadura de madera no superior a 22 milímetros de diámetro y la longitud total de palo no superará los 70 centímetros, con un grosor de 18 milímetros. En el otro extremo, lleva un arpón que no excederá de 60 milímetros, para las ordinarias, y dos centímetros mayor en las negras o de castigo. Éstas irán forradas de papel negro con una franja blanca en su mitad y, las normales, se “visten” recubriéndolas con papelillos rizados de variados colores. En la Monumental Plaza México, en la Avenida de Insurgentes, lucen los colores de la divisa que se lidia, aunque lo corriente es que sean distintivos de una bandera.
En corridas extraordinarias y cosos como Vistalegre, en Bilbao, los garapullos, van decorados con vistosos bullones y adornos en tela. Dependiendo del boato se denominan: banderillas de “lujo” y “semilujo”.
En el coso de Santa Margarita, de Linares, y por herencia de su padre, han sido durante años servidor o “chulo” de banderillas, Manuel Antonio Rodríguez Negrete (luego hizo de ayuda de mozo de espadas), su hermano Juan (también “chulo” de toriles) y, ahora, su sobrino Juan Antonio Rodríguez Soto. Hasta no hace tanto, los precitados familiares – tres generaciones – del conocido banderillero linarense, José Negrete Peña “El Lele”, las compraban al acreditado fabricante cordobés, Rafael Blancas del Cerro; adquiriéndolas también de otros proveedores.
En ocasión más propicia y con espacio por delante, se analizarán las diferentes formas de “cubrir” el segundo tercio, en dos didácticas colaboraciones que están in fíeri.