Si la anterior columna la dedicamos a las “Voces taurinas de fuera”, en esta – a mayor abundamiento – y concerniente a los toreros, tendríamos otro cartapacio de expresiones del vasto y sonoro argot taurómaco.
Así, se puede comentar que un chaval que empieza o cualquier coleta, tiene buen “corte” toreando, cuando – además de apreciársele “hechuras” de torero (planta y ademanes) – apunta buenas maneras manejando los engaños: capote y muleta. También, afirmar que se “embragueta” (fajarse) con los toros o que “atornilla” o “clava” las zapatillas en la arena (quedarse muy quieto) en la ejecución de lances o muletazos. Torear con “plomada” (derecho y vertical) y “encajado de riñones”, es hacerlo de forma asentada, hierática, relajado y con temple.
Cuando un diestro realiza una gran faena y triunfa con rotundidad, dícese que ha “cuajado” a ese toro o novillo y que le formó un “lío” o un “gazpacho”. Sensu contrario, si se cunde por los mentideros taurinos que, una determinada persona, pegó un “mitin”, “petardo” o “sainete”, significa que ese día estuvo rematadamente mal.
Cada artista tiene una concepción distinta del toreo – su propia tauromaquia – que gustará más o menos al aficionado, pero es lo que da variedad e interés a la Fiesta Brava.
Igualmente, se encasilla a los toreros por su forma de torear y se habla de “escuelas”. La sevillana, por ejemplo, se caracteriza por el toreo alegre y pinturero, siendo máximos exponentes Pepe Luis Vázquez, “El Sócrates de San Bernardo”; el efímero Manolo González o el inmenso Pepín Martín Vázquez, et al.. De la llamada rondeña (la de los toreros machos) serían el legendario Pedro Romero, Cayetano Ordóñez “El Niño de la Palma” y su hijo Antonio Ordóñez, arquetipo y espejo de “pureza” en el Toreo. No obstante, debemos añadir una tercera, la denominada escuela castellana, sobria y de poderío, con Domingo Ortega, el desbravador de toros; Pablo Lozano, de sobrenombre “La muleta de Castilla” y un grandioso torero, Santiago Martín “El Viti”, entre otros muchos que conformarían un largo inventario.
Asimismo, hay distintos estilos entre los matadores y novilleros. Los “tremendistas” (palabra a veces peyorativa), basan su quehacer en el valor y la emoción. Los “técnicos”, que se valen del conocimiento de los astados, los terrenos y las distancias. De “arte”, que derrochan elegancia, estética y enjundia y, por último, unos pocos elegidos tildados de “pellizco” (sentimiento de difícil explicación), que estremecen al espectador por su torería.
Decía el universal literato, Miguel de Cervantes – Fénix de los ingenios – que “Un proverbio es una frase corta basada en una larga experiencia” y – entre taurinos – es corriente oír uno muy explícito: “Los toreros de valor, a ganar dinero y los de arte, a acompañar”. Mas en esto, como en todo, hay sus excepciones.