Por Salvador Santoro
(Dedicatoria a modo de brindis: a José Cisneros, excelente crítico taurino y gran aficionado comprovinciano, por su meritísima labor en pro de la Tauromaquia. Con mi mayor gratitud, amistad y reconocimiento. ¡Ahí va eso, José, va por ti)
En la edición 2012 de la Real Feria de San Agustín, se cumplieron – por desgracia – los pronósticos de asistencia de público al coso de Santa Margarita. En 50 años, no recuerdo tan desoladora entrada un 28 de agosto: solo un tercio. Al día siguiente – con un cartelazo a pesar de la ausencia de José María Manzanares – se cubrieron la mitad de los tendidos y en la corrida de rejoneo algo más de la tercera parte del aforo. Mal síntoma para la feria en general, pues no cabe duda que las funciones taurinas son motor y termómetro de las fiestas en muchas poblaciones y, por supuesto, en Linares. Importantes cuestiones como la penuria económica que padecemos, el alto precio de las localidades, el hastío del aficionado y la sorprendente ausencia de José Tomás, son motivos más que sobrados.
A remate, el balance artístico no fue lo exitoso que cabía esperar – aunque hubo seis salidas a hombros – debido, en gran medida, al mal juego del ganado que se lidió. El encierro de Santiago Domecq, desigual de presentación y descastado; los toros de Román Sorando (hasta ocho saltaron al ruedo), parejos, de bonitas hechuras, correctamente encornados y de escasa fuerza y bravura. La excepción fue el segundo sobrero (sexto tris), nº 35, en la reseña de pelo tostado (negro chorreado), que atendía por “Caracol”, con 525 kg, que embistió con humillación y clase, pudiendo Alejandro Talavante templar y “bajarle la mano” dando profundidad a sus muletazos. La de Fermín Bohórquez, para rejones, cumplió.
Destacar una impecable, elegante y larga faena, técnicamente perfecta, de Enrique Ponce a su segundo, que se dejó y tuvo una lenta agonía, en parte por la imposibilidad de descabellarlo y que le valdría el único doble trofeo concedido a un matador a pie (DiegoVentura, lo logró a caballo). El linarense Curro Díaz, además de ejecutar dos grandes estocadas (una haciendo la suerte suprema a ley y la otra jugándosela), pegó en su primero dos tandas de derechazos sensacionales. David Fandila “El Fandi”, bien con el percal, bullidor con los rehiletes y queriendo. Lucido toda la tarde, “El Cid” dejó un espadazo en todo lo alto al cuarto. El francés, Sebastián Castella, sin opción alguna pechó con el peor lote. Talavante en plenitud: por improvisación, variedad, valor y arte. Los toreros a caballo: Bohórquez, Hermoso de Mendoza y Ventura, rayaron a gran altura. Resaltar la magnífica brega y dos soberbios pares del banderillero José Manuel Fernández “Alcalareño”, vestido de verde malaquita y plata.
Además, censurar la nueva pintura de las tablas de la barrera, de indefinidos tonos marrones, tapando el tradicional color rojo almagre. Al fin, el seguimiento del Delegado Gubernativo, ha conseguido que los “pobladores” (muchos sobran) del callejón, ocupen sus respectivos burladeros según el correspondiente pase “facilitado”.
Por último, nuestra ciudad cuenta con tres magníficas bandas de música pariguales en calidad interpretativa que – por este orden – amenizaron los festejos taurómacos: La Agrupación Musical de Linares 1875 (la primitiva), dirigida por Francisco Infantes Ortiz; La Agrupación Cultural y Musical “Maestro Alfredo Martos”, bajo la batuta de Juan Carlos Ortega Emmanuel y la denominada Banda Sinfónica “Ciudad de Linares”, de la que es primer atril Enrique Moya Castro. Las tres ofrecieron una cuidada selección de pasodobles toreros. A todas nuestra sincera enhorabuena.
Adenda final: a no cambiar la preocupante situación socio-económica del país y tampoco acometerse las necesarias reformas en los estamentos que intervienen en la Fiesta Brava, ¡Qué el Señor nos coja confesados!
