Jaén Taurino

El Planeta de los Toros desde Jaén

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Jeff Ramsey

 

Salvador Santoro 

En la edición 2008, de la Real Feria de San Agustín de Linares, tuve ocasión de saludar a una excelente aficionada y amabilísima señora, Muriel Feiner – escritora, periodista y fotógrafa taurina norteamericana -, presentándome, a su vez, a un compatriota suyo de California, Jeff Ramsey, que había recalado en mi pueblo al reclamo del diestro José Tomás acartelado en el abono. Pronto entablamos conversación en el patio de caballos del coso de Santa Margarita y, en sucesivos días, “platicamos” de toros largo y tendido. Jeff – hombre alto, fibroso, de porte distinguido y al que se apreciaba una levísima cojera – me recordó mucho a Juncal (personaje interpretado magistralmente por Paco Rabal); cautivándonos por su conocimiento de la Fiesta Brava, con un acento entre “gringo” y mexicano, además de rezumar “pura” torería en sus ademanes.

Y claro, “ya apareció el peine”, pues resulta que Jeff Ramsey (¡Pardiez!, que es nombre extraño) fue novillero con picadores en México, anunciándose de “chamaco” como Antonio Trillo y luego con su nombre real, que figura en el inventario biográfico del magno tratado Los Toros, de José María de Cossío. Desde el año 1962, que lo hizo en Acapulco, alternando con Raúl Contreras, “Finito” y José Quintanilla, ante reses de Valles Hermanos; Jeff, actuaría con éxito en bastantes plazas aztecas: Ciudad Juárez y Orizaba, entre otras. Pero el 7 de julio de 1963 un astado del hierro de La Playa, le infiere en el muslo una grave cornada en festejo celebrado en Villa Acuña. A los dos meses, de forma prematura y sensiblemente mermado de facultades, reaparece en Puebla pegando un sonoro “petardo” – enfatiza sin rubor al contarlo – al dejarse vivos, ¡cosas que pasan … a los toreros!, a sus dos novillos del hierro de Guayabitas. A raíz de esto deja, prácticamente, de torear en público. Es curioso, que en ningún momento observé en sus palabras atisbo alguno de amargura o resentimiento hacia esta profesión – de torero, la más difícil pero la más bonita – o hacia el “mundillo” que la rodea, antes al contrario, sólo elogios y parabienes, actitud que le honra en grado superlativo.

Resultó un deleite escucharlo disertar sobre Tauromaquia. A nuestro requerimiento, hablaría cuidadoso y prolijo de la mítica ganadería de Piedras Negras, que conocía bien, y de las grandes figuras del toreo mexicanas. Con Don Lorenzo Garza – ese tratamiento le daba – ya retirado compartió tentaderos; refiriéndose, también, con detalle a los Armillita, Silverio Pérez, Carlos Arruza, la dinastía Silveti, “El Calesero”, Manolo Martínez, la saga de los Capetillo, etc. Con suma majestuosidad, reprodujo un farol con la muleta y un pase de pecho – llevándose la mano a la hombrera contraria – que vio dar a Santiago Martín “El Viti” en la Monumental de Insurgentes, llena “hasta el tubo” (que se hallaba en lo más alto del tendido); en llamativa expresión que anotamos en nuestro archivo lexicológico junto a la de “correr los pitones”: hacer de toro cuando se torea de salón. A través del túnel de cuadrillas, el uno del otro en pos, nos dirigimos al ruedo, para precisar el lugar donde fue cogido por “Islero”, al entrar a matar, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, su ídolo, aquella infausta tarde de 1947. Sesenta y un años después, Jeff, cumplió el deseo de visitar Linares: “sudario glorioso del mejor de los toreros”, como reza la letra de Miguel Galindo.

En la actualidad, Jeff Ramsey, es coordinador de efectos especiales, en la industria cinematográfica, como se indica en la “incendiada” tarjeta de visita.

Fue todo un honor haberlo conocido, dilecto señor, y con mi sincera amistad y el mayor respeto, esta columna: ¡Va por usted, maestro!

 

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