La cubierta
Esta semana ha saltado la noticia que por fin se instalará la nueva cubierta de la Plaza de Toros de Jaén. Sí, digo bien: la nueva cubierta.
Aquellos jiennenses que leen este blog saben que Jaén fue la primera Plaza de Toros cubierta de Andalucía, cosa que sucedió el 28 de febrero de 1998, tomando parte en el cartel Enrique Ponce, «Jesulín de Ubrique» y Juan Carlos García, el último matador de toros que ha dado el Santo Reino.
Aquel día yo andaba por Gibraltar, paseando por Main Street como quien no quiere la cosa, por lo que me perdí presenciar in situ aquel momento. No obstante guardo la cinta en vhs de aquella tarde.
Desde 2006 se viene anunciando que íbamos a tener la nueva cubierta. Se anunció también el proyecto de la construcción de una residencia de la 3ª edad, pero entre tanto y aquí lo he escrito muchas veces la única cubierta que ha tenido en estos dos años el Coso de La Alameda ha sido la carpa que se instaló en el ruedo de la Plaza por parte del PSOE para llevar a cabo la campaña electoral de Carmen Puri, nuestra flamante alcaldesa, aquella que fue un 18 de octubre de 2007 al callejón y tras ver torear a Manuel Díaz «El Cordobés» el primero de la tarde se marchó de la plaza perdiéndose a «El Cid» y Talavante.
Lo he dicho muchas veces aquí, y lo recordaré siempre que quiera. Que a nadie se le olvide el uso y disfrute de la Plaza de Toros de Jaén para otros fines no precisamente taurinos y que de una forma u otra han podido frenar precisamente la actividad taurina. Yo así lo veo, y así lo ví, cuando por ejemplo me asomé una tarde a ver entrenar a los chavalillos de la Escuela Cultural de Tauromaquia de Jaén y lo que me encontré fue eso, la famosa carpa, su montaje y sus operarios. Ni carretones, ni banderillas, ni capotes, ni muletas, ni chavales queriendo ser toreros.
A ver si es verdad y por fin podemos ver toros en Jaén sin tener que correr del tendido a la andanada a toda prisa para resguardarnos de la lluvia. Ni ver un tendido plagado de paraguas como si fuera un campo de setas. Ni ver a toros y toreros embarrados, hundiéndose.
Ni ver que se anuncian carteles que al final se suspenden o aficionados que hacen kilómetros de ilusión para volverse haciendo kilómetros de decepción.