La Carolina
En vacaciones lo normal, lo que la gente de tierra adentro busca desesperadamente es bajarse a la costa y descansar en la playa a la vera de un espeto de sardinas. Al menos, es lo que hacen muchos jiennenses en Almuñecar, Torre del Mar, Fuengirola y Aguadulce, pueblos que en verano sus paseos marítimos parecen más bien el Gran Eje, de tanto jiennense junto.
Si mi hermano estuvo once días en Tarifa y a mi hermana la mandaron a un campamento a la Sierra de Aracena yo he optado por irme a La Carolina a pasar parte de mis vacaciones y si en un principio muchos se reían de mí, al final, yo me siento enormemente satisfecho por los cinco días que me he pegado.
Decidí matricularme en uno de los cursos de verano de la UJA en La Carolina y por unos días me he sentido un carolinense más y es que mis orígenes parten de ahí pues en La Carolina nació mi abuelo, ahí nació su afición a la caza y los toros y de ahí viene lo que yo heredé de él que precisamente es eso, la afición a ambos mundos.
Porque este pueblo que es la Capital de Las Nuevas Poblaciones, es un pueblo cinegético y ganadero por completo, pues en su término y alrededores pastan diversas ganaderías (ejemplo de ello la de Apolinar Soriano, «Joaquinazo» o Santolaya) y son muchas las fincas donde se practica la caza.
En «La Perdiz» hemos estado estos días, desayunando entre cabezas de venado y escopetas antiguas. El miércoles al regresar del almuerzo me encontré en la cafetería (justo el sitio donde perdí mi primer diente jeje) al nuevo Palomo Linares con toda su cuadrilla que regresaban de matar un toro a puerta cerrada en una finca de la provincia. Estuve conversando brevemente con él y aproveché para hacerme una foto y enseñársela a mi amigo el Chicha que es primo segundo suyo pues su padre es primo hermano de Palomo y a él, eso de tener un tio y un primo torero,ni fú ni fá. También me encontré allí mismo desayunando el jueves al ganadero Apolinar Soriano y el martes al mediodía me pareció que teníamos junto a nosotros parado en un semáforo a José Luis Benlloch. Juro que era él. Precisamente en lo que ahora es la piscina de «La Perdiz» antes había unos columpios y mientras me bañaba allí no podía dejar de recordar una tarde de octubre en que veníamos de una montería y estando yo en los columpios mi padre me llamó y al volver encontré junto a él al Maestro Enrique Ponce que venía también de una montería. Tenía yo seis años.
Y con un año más, con siete, muy cerquita de ahí, en la placita de Orellana Perdiz me puse por primera vez delante y la foto del recuerdo de aquel día la conservo como oro en paño.
Le tengo un cariño enorme a este pueblo, tanto que de una forma u otra me siento carolinense y no entiendo como este pueblo no cuenta con una Plaza de Toros como se merece, una Plaza de Toros de categoría. Así se lo dije y se lo hice saber a la concejala de cultura de la nueva corporación municipal y espero que la nueva alcaldesa, Ángeles Férriz tenga a bien dotar de una buena Plaza de Toros al pueblo. Me daría mucha alegría y me haría mucha ilusión poder ir a los toros a La Carolina dentro de poco como cuando íbamos a ver a «Rafaelillo» de becerrista cuando tenía catorce o quince años en una época que no puedo olvidar.
Sin duda, animo a todo el que pase por la provincia de Jaén a que se acerque a este pueblo y lo conozca. Que se sorprenda de un pueblo con mucha historia, que admire su peculiar urbanismo y que disfrute del mejor paté de perdiz del mundo, el que se hace en La Carolina, pueblo de gente elegante y fina.