Por José Luis Marín Weil
Cuando el próximo domingo David Mora vuelva a enfundarse su traje de luces y atravesar el ruedo de la Plaza de Vistalegre haciendo el paseíllo, atrás quedará una larga travesía de dudas, sacrificio, voluntad y esfuerzo silencioso. El suyo, el de un hombre nuevo que se ha aferrado a la vida después de estar prostrado en la soledad de su recuperación tras un larguísimo tiempo de incertidumbre desde aquella fatídica tarde en Las Ventas.
Y con él, a su lado, Jiménez Fortes. Renacido tras haber pagado con su sangre por dos veces seguidas el durísimo tributo de ser torero, con la vida a punto de escaparse de su garganta a borbotones.
Ambos, son ejemplo para la sociedad de nuestros días. Sí, esa misma que anda perdida y a la deriva en este país que anda desgobernado y en funciones.
David Mora y Jiménez Fortes honrarán al toreo cuando el domingo vuelvan a enfundar sus cicatrizados cuerpos en ese traje especial que envuelve a unos pocos elegidos que tienen en el valor como seña diferenciadora del resto de la sociedad.
Y buscarán reencontrarse consigo mismo. Salir adelante, demostrar que se puede y volver a sentirse toreros en todos los poros de su piel. Dotando de valor real su sentido vital. Honrando la dignidad de aquellos que escogen en el toreo la profesión de su vida.