Gracias a videos antiguos le ví torear. A su hijo, su heredero, no alcancé a verlo, a diferencia de mi hermana que estuvo presente en Utrera en su despedida el pasado septiembre. En cambio, paradójicamente, a quién si ví torear fue a su hijo Manuel como aficionado práctico en el emblemático festival de los periodistas taurinos en la plaza de toros “La Montera” de Los Barrios, cerca de Algeciras, donde por primera vez toreó en público Pepe Luis Vázquez junto a Antonio Bienvenida, en la antigua plaza de “La Perseverancia”. Allí comenzó a escribirse la historia de uno de los más grandes.
Se marcha el último referente de una época gloriosa del toreo. Con él se cierra un capítulo de los más brillantes de la historia de la tauromaquia. Era el decano de los matadores. Fue coetáneo de “Manolete”, con quien compartió paseíllos en más de un centenar de tardes, siendo sus estilos totalmente opuestos ya que si en “Manolete” el toreo era hierático y vertical, en Pepe Luis se conjugaba lo natural y la facilidad junto a la gracia, esa forma de torear propia de los toreros de Sevilla. No en vano él era máximo exponente de la escuela sevillana y por antonomasia el torero de toreros de Sevilla. No rehusó nunca anunciarse con una de Miura y cómo no sería que es uno de los toreros que más veces lidió los toros de “Zahariche” en la Maestranza.
Me acuerdo en el día de hoy de un pepeluisista acérrimo, como es mi buen amigo Pepe Luis Trujillo. Sevillano casado con jienense, anfitrión en mis visitas a Sevilla. Al salir del Coso del Baratillo, cuando compartimos tarde en alguna de las gradas altas, se emociona siempre hablando de Pepe Luis, y al no tener oportunidad de verlo, se hizo devoto de Pepe Luis Vázquez Silva como forma de rendir pleitesía al Sócrates de San Bernardo. Junto a su hermano Manolo Vázquez, rey del toreo de frente, un monumento lo recuerda en el Paseo de Colón inmortalizando frente a la plaza de toros su famoso “cartucho de pescao”, su clásica apertura de inicio de faena con la muleta plegada en la zurda, para una vez que el toro se haya arrancado al cite desde lejos para desplegar con ella el toreo al natural. Le contaron que así lo hacía “El Espartero y acabó convirtiéndose en seña de identidad pepeluisista. Todos los aficionados tenemos grabada en nuestra memoria aquella imagen en blanco y negro citando a un toro, presumiblemente burraco, para iniciar con el “cartucho de pescao”.
En esa terna monumental completa honores Curro. Sin decir Romero sabemos de quién hablamos de igual forma que no hay que mentar el apellido para referirnos a Pepe Luis. Tan simple y tan grande.
Recientemente firmaba una hermosa entrevista mi amigo Carlos Crivell en las páginas de “El Mundo”. Un encuentro entre Pepe Luis Vázquez, su hijo y su nieto, quien sueña con recoger el testigo y hacer continuar la saga de los Vázquez y que el nombre de Pepe Luis Vázquez vuelva a florecer en los carteles de toros. Sería hermoso, también una responsabilidad, la de anunciarse legítimamente bajo el nombre su abuelo y a la vez un grandioso torero a quien ahora emocionadamente los aficionados despedimos.
Dios tenga en su gloria al Maestro Pepe Luis Vázquez.
Publicado hoy en la columna «Navalcardo», del Diario Viva Jaén