Linares (Jaén). 1ª de feria. Más de media plaza.
Toros de Luis Algarra (2º bis), correctos de presencia y nobles aunque flojos en conjunto. Destacó el buen 3º.
Morante de la Puebla, pitos y palmas. (Azul eléctrico y oro)
Curro Díaz, silencio y oreja. (Azul noche y oro)
José María Manzanares, oreja y silencio. (Grana y oro)
A “Manolete” se lo llevó por delante “Islero” en Linares, eso lo sabe todo el mundo, es más, es pregunta tipo test en las pruebas de ingreso a ICADE en Madrid según me contó una conocida hace dos años.
La tragedia, tuvo lugar tal día como hoy hace sesenta y tres años y eso en Linares es un recuerdo presente que al romperse el paseíllo cada 28 de agosto los pelos a uno se le ponen de punta. Aquella tarde el toro que convirtió a “Manolete” en mito llevaba en su piel el hierro de la A con asas, el hierro de Miura, hoy día relegado al cartel duro de las ferias y reservado a los gladiadores del toreo. Pero entonces, como aquella tarde, los toros de Miura los mataban las figuras y ahora ni por asomo ve uno a las figuras anunciándose con esos toros.
Esos toros al menos se caracterizaban por algo tan fundamental en el toreo como es la emoción. Sí, por su dureza y mil motivos más esos toros transmitían emoción, que es sobre todo lo que uno anda buscando cuando se sienta en un tendido y en días como hoy viendo corridas con los toros que matan las figuras de nuestros días la emoción desaparece y en su lugar hace acto de presencia la falta de fuerzas, de casta y la mansedumbre. Esto por ejemplo se ha podido ver en su máximo exponente esta tarde en Linares cuando Morante con su muleta iba construyendo poco a poco una faena que iba despertando algo de eso que hablábamos antes pero se encontró con que ese toro, el cuarto de la tarde hasta tres veces se echaba. Imagínense a Morante dando un natural y en mitad del muletazo el toro se frena y acto seguido a los pies del torero dobla las manos, se echa y propicia una escena en la que parece decirle el uno al otro: no sigo con tu rollo que no me mola.
Y entonces, los morantistas, que son legión maldicen su suerte de encontrarse con semejante percal. Algunos se hacen no pocos kilómetros para verle (conozco un sevillano que ha venido esta tarde ex profeso para ello ). Otros se sientan al sol, cosa de valientes, y con la mano sobre sus ojos van viendo como la tarde no se relanza y finalmente todo el personal unánimemente protesta por el espectáculo que le están ofreciendo y por el cual se ha dejado un dineral sin que nadie garantice precisamente eso, el espectáculo. Y verdaderamente hoy la gente se ha cabreado mucho. Junto a donde yo me encontraba se oían voces que decían “en Vilches y en Arquillos hay mejores toros que aquí”, o lo que es peor, una voz insistente que en toda la tarde ha parado de repetir “ me han dejado sin trabajo, sin fútbol y ahora sin toros”.
Buena prueba del enfado general es que gran parte de la bronca se la ha llevado el Presidente. Doy fe de ello y él al término me decía que ni es el que organiza la feria ni el que cría los toros. Tiene toda la razón del mundo.
¿Qué hemos visto? Poca cosa. Manzanares y Curro Díaz a base de medir mucho todo, cuidar al milímetro a sus toros en plan enfermero, ponerle voluntad y no desesperarse han conseguido sacar momentos óptimos y llevarse cada uno una oreja, si bien Manzanares se llevó el que mejor condición tenía y le sacó cuanto pudo. Morante abrevió en su primero y se lo quitó de enmedio con fluidez. El otro le posibilitó lucirse en el inicio de capa y posteriormente en el quite por chicuelinas, con una plasticidad enorme que viene una vez más a demostrar quién es él toreando de capa y destapa lo vulgar se llega a convertir un quite así en manos de medio escalafón que lo interpretan como si fuera mero trámite.Con la muleta un inicio por alto, y posteriormente los derrumbes que anteriormente referí. Además de todo esto no debemos olvidar que Juan José Trujillo y José Manuel Montoliú saludaron montera en mano tras parear con mucha torería. Y un apunte más: la banda de música se ha empleado poco hoy, cosa que se entiende, pero de sus pocas intervenciones me ha sorprendido la interpretación de un pasodoble que nunca antes había oído y que lleva el extrañísimo título de “Anís Tenis”. Cosa rara esa de sonorizar una faena con una pieza dedicada a una bebida..
Así entre unas cosas y otras la tarde se fue al traste y con ellas las ilusiones de todo el mundo que en los últimos tiempos andaba acostumbrándose a algo grande en una fecha tan señalada como hoy, saliendo de la plaza como alma que lleva el diablo y repitiéndose en no pocos corrillos lo mismo ”pagar noventa euros para esto”.