Por José Luis Marín Weil
El primer plano del famoso videoclip de Rosalía es su mirada. Seria. Impactante. También incluso inocente. Yo le he visto sonreír muchas veces.
En esos ojos estos días brilla la ilusión por un sueño que está a punto de cumplirse el próximo lunes en la Plaza de Toros de Úbeda. Una ilusión, la suya. Pero también la nuestra. La de todos aquellos que le hemos visto crecer y pasar de niño con la primera comunión recién hecha a un chaval de catorce años. Y al mismo tiempo le hemos visto crecerse como un gigante ante la cara de los animales que ha ido toreando en todos estos años. Cada vez más volumen en ellos, cada vez más capacidad en él.
Pedrito Aparicio pertenece a toda esa nueva generación de niños que está creciendo sin que los toros tengan presencia en la televisión pública con absoluta normalidad. Pertenece, también, a esa generación de niños que forman corrillo con el móvil en la mano, sin levantar la mirada de la pantalla, para darle el “like” a las fotos de Instagram compulsivamente.
Con él se vuelve a reproducir ese eterno misterio que nos lleva una vez más a preguntarnos ¿Por qué un niño quiere ser torero?
Él lo tiene todo para disfrutar con cualquier cosa y ser como cualquier otro niño de su edad. Ser un niño normal.
Pero algo en su interior tuvo que prender hace años para dar un paso adelante y querer torear. Una clase práctica de la Escuela de Jaén tuvo la culpa. Y pasó del tendido al ruedo. De espectador a alumno de la Escuela Taurina. Y con él, sus padres volvieron a pisar las plazas de toros como aficionados después de algún tiempo.
Tiene mucho valor. Domina las suertes. Le funciona la cabeza delante de las reses y sabe resolver con los trastos. Condiciones le sobran.
No hace mucho ponía a torear a medio residencial en la piscina. Organizando corridas de toros con los vecinos un día sí y otro también. Paseando calcetines como si fueran orejas. Mentiría si no reconozco que me siento reflejado en él porque yo también hice eso…
Su ilusión por ser torero ha despertado el interés por los toros en los niños de su edad. Y no sólo eso, hay que reconocer que tiene mucho cartel entre los niños de su edad. Me consta que en los Maristas hay expectación por ese alumno que torea…Eso irremediablemente me hace recordar a mis amigos Arturo Montilla y Luis Delgado, sacándome una sonrisa al rememorar aquellos niños que fuimos. Locos por los toros con su misma edad y en el mismo colegio.
Ahora sus horas y sus días marchan a contrarreloj. Una cuenta atrás largamente esperada. Ayer hablé con él por última vez. Mantiene el mismo semblante serio de siempre. Transmite la tranquilidad y la confianza de saber que todo el trabajo está hecho. Que todo va a salir bien. Sólo esboza una sonrisa cuando le pregunto por su pequeño vecino, que es mi sobrino Manuel, un terremoto que revoluciona cada tarde el tabique de su casa corriendo de aquí para allá.
A partir del martes Jaén tendrá un nuevo torero en ciernes. Un becerrista al que apoyar y alentar justo cuando la fiesta de los toros vive el momento más complejo e incierto de su historia. El tiempo dirá. Pero lo que sí tengo claro y no dudo es que con Pedrito Aparicio la afición taurina de la ciudad de Jaén se vuelve a ilusionar.