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Emilio de Justo indulta a «Llave-35» de Sancho Dávila en Santisteban del Puerto

 

Plaza de Toros de Santisteban del Puerto. Feria de Pascuamayo.

Media plaza en tarde agradable.

Seis toros de Sancho Dávila. Premiado el quinto con el indulto, «Llave-35»

DANIEL LUQUE Corinto y oro Oreja y dos orejas
EMILIO DE JUSTO Grana y oro Oreja y dos orejas y rabo simbólicos
PABLO AGUADO Verde esperanza y oro Oreja y Oreja

Salió el quinto y en los primeros lances de recibo en el capote de Emilio de Justo el toro ya marcaba la diferencia en la tarde. En su embestida, en su forma de meter la cara en el capote y repetir con codicia se vislumbraba que estábamos ante el toro de la corrida. Y así fue. Veinte minutos después asomaba de manos de Juan María García el pañuelo naranja en el palco presidencial.

El toro, “Llave- 35” del hierro de Sancho Dávila era indultado y regresaba a los corrales tras haber dejado su bravura sobre el ruedo del territorio donde fue criado: en Santisteban del Puerto.

De principio a fin fue un toro con muchas cosas buenas, y el único de toda la tarde que cobró dos puyazos. Emilio de Justo toreó a placer, supo hacerle las cosas perfectamente y se estiró con la muleta al natural, dejando muletazos rotundos.

En la vuelta al ruedo quiso compartir honores con Juan Antonio Mercado, mayoral de la ganadería que pasta en “Puertolaca” y uno de los nietos del ganadero Sancho Dávila. Emoción a raudales entre la gente de Santisteban tras una faena para el recuerdo protagonizada por Emilio de Justo a un toro herrado con el hierro de la ganadería local.

Para entonces Daniel Luque ya tenía asegurada la puerta grande. Si en su primero fue premiado con una oreja tras una faena a un toro tremendamente cansino con los berridos que metía,del que estuvo muy por encima, en el cuarto se desató toreando al natural. Toro muy parado, pero al que le sacó todo lo que tenía y en las luquesinas finales terminó de romper y meterse al público en su toreo, que supo reconocérselo.

Y Pablo Aguado, que debutaba en esta plaza, quiso hacer las cosas con gusto, con mucha torería desde que iniciara la faena de muleta con muletazos sentado en el estribo, pero tuvo por delante un toro muy justito de todo, hasta el punto que parecía que se iba a echar en el final de la faena. En el que cerraba plaza, regaló un quite por chicuelinas sensacional. Pero de nuevo con la muleta, apenas tuvo toro. Dejó pinceladas y momentos destacados, pero el toro no transmitía absolutamente nada. A Aguado nos quedamos con ganas de verlo con un lote más propicio.

Le faltó a la corrida emoción en su conjunto, y fue salvada honrosamente por el quinto. Un toro magnífico que saltó al ruedo cuando aquello no terminaba de romper y la tarde se estaba convirtiendo en una sosería, a pesar de la voluntad de los tres toreros porque justo es señalar que su actitud fue absoluta durante el festejo, sus actuaciones fueron correctas y además se dejaron estocadas contundentes en varios de los toros lidiados.

Foto: Juande Gómez

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