Si la pasada edición de la feria taurina de San Agustín fue un “despropósito”, la de 2011 – sin lanzar las campanas al vuelo – ha tenido un balance artístico aceptable y suponemos que, en lo económico, muy rentable para la organización al reclamo de José Tomás. El ídolo de masas, tiró y mucho del “tempranero” abono (puesto a la venta un mes antes de costumbre), llenando el coso de Santa Margarita el día 29 de agosto y propiciando buena afluencia de público el resto de las funciones.
En primer lugar, significar que la presentación del ganado fue solo “correcta”, pero manifiestamente mejorable. De variado juego, salieron algunos toros con posibilidades de lucimiento y, también, una mansa corrida de Las Ramblas el día de más expectación. En mi opinión, el astado más bravo del serial fue el primero del lote de El Cid, de nombre “Vandálico”, nº 16, y pelo negro con el hierro de Torrehandilla. Sin embargo – doctores tiene la Iglesia – se premiaría con el honor de la vuelta al ruedo (que no mereció), al tercero “Volandero” de Benjumea, que tuvo “la fortuna” de caer en manos de José María Manzanares. Salió suelto del encuentro con el picador e hizo amago de “rajarse” durante el último tercio, vendiendo cara su vida en una larga agonía. Al noble animal, José María, en estado de gracia, le cuajó una soberbia y bella faena de muleta rematada de gran estocada, en el hoyo de las agujas, citando “a recibir”, que le valió dos orejas de auténtico peso. Si la dadivosa Presidencia, hubiese utilizado igual rasero de medir, debió otorgarle el rabo. Indiscutible triunfador del ciclo y ganador del prestigioso Trofeo Manolete, Manzanares, demostró con su pundonor e insistencia ante el “entablerado” y quedado sexto, por qué es figura del toreo. ¡Qué tome ejemplo más de uno!
Con el capote, entre los matadores, brilló el jerezano Juan José Padilla, en un vistoso y logrado quite compuesto por: lances a la verónica, faroles invertidos, una navarra y airoso remate. Igualmente, Miguel Ángel Perera, se luciría al quitar por gaoneras entrelazadas con tafalleras.
De los de plata, destacar un antológico par de banderillas, pleno de torería, de José Manuel Montoliú (que bregó magistralmente con el percal); la forma de salir toreando a caballo – desde las tablas – haciendo la suerte de varas con guapeza de Agustín Navarro, ambos a las órdenes de Curro Díaz, y a los subalternos: Curro Javier, Juan José Trujillo y Luis Blázquez, modélica cuadrilla de a pie de Manzanares.
Por potestad reglamentaria, el Usía – en aras de dar seriedad y crédito a la Plaza de Toros de Linares, de segunda categoría – debiera calibrar con mayor exigencia y justicia la concesión del doble trofeo, pues salvo el precitado caso del diestro alicantino y el del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, fueron excesivos.
Además, censurar a los mulilleros por sujetar – una vez con descaro antes de saltar al ruedo – al tiro de arrastre mientras arreciaba la petición del segundo apéndice. Las acémilas, rebeldes, dieron la nota en varias ocasiones al “encornilar” a las reses y engancharlas al balancín.
Por último, a la empresa Funciones Taurinas, S.A. – única beneficiada al incrementar el número de localidades de “Sol y sombra” – sugerir que adelante la tardía hora de comienzo de los festejos (19:30 h) o que los anuncie “nocturnos”, rebajando el alto precio de las entradas. Asimismo, y cuesta poco, cuidar ciertos detalles como la pintura y limpieza de las oxidadas sillas de chapa (la primera tarde faltaban la mitad) de la delantera de grada cubierta (a 72 euros “del ala”) y poner, de ornato, alguna bandera o colgadura en las barandillas del palco de ganaderos y bocanas de acceso a los tendidos. Hace mal efecto, trazar sobre la arena, sin la redondez precisa, las rayas concéntricas de picar. Firma: un abonado descontento.