Plaza de toros de Jaén.Coso de La Alameda
Primera de la Feria. Tres cuartos de entrada en tarde muy agradable. Toros de Murube (1º y 4º), Las Ramblas (2º y 3º) y Montalvo (5º y 6º); bien presentados, con juego desigual.
El Club Taurino Tendido 1 de Jaén hizo entrega de una placa de reconomiento a Enrique Ponce por sus veinticinco años de actuaciones continuadas en la Plaza de Toros de Jaén.
Diego Ventura: ovación y dos orejas. (Rejoneador)
Enrique Ponce (turquesa y oro): palmas y dos orejas.
Morante de la Puebla (verde botella y oro): bronca y oreja
El público respondió, aunque ciertamente se esperaba bastante más porque el cartel – cartelazo- lo merecía. En la calle se anunciaba como acontecimiento, la presencia de Ponce y Morante, “cara a cara”. Quizás ni antes ni después la sensación era precisamente la de un enfrentamiento de dos toreros, entre otras cosas por los estilos contrapuestos de ambos. Al mano a mano se le añadía la presencia de Diego Ventura, quien hizo que la tarde comenzase a tener intensidad a partir del cuarto. Hasta entonces todo discurría de forma muy lineal e incluso con bronca para Morante en el tercero.
Anunciados estaban los toros de Zalduendo para la lidia a pie, pero finalmente saltaron al Coso de La Alameda reses de los hierros de Las Ramblas y Montalvo. Murube, para rejones, se mantuvo.
Diego Ventura, como decíamos, levantó la tarde en el cuarto. Su caballo “Remate” hizo de cooperador necesario para brindar a los jiennenses una faena vibrante, con quiebros ajustadísimos, de precisión casi milimétrica y eficacia con las rosas. Un espectador del tendido seis en un momento determinado se dirigió al rejoneador para increparle o animarle, y ello hizo que el luso-sevillano saliera espoleado a dar lo mejor de sí mismo. Intachable actuación de Ventura, demostrando su posición en el rejoneo actual. En su primero anduvo animoso, pero el rejón de muerte condicionó su labor.
Ponce se topó con un toro flojito, su primero, al que siempre hubo de torear a media altura. Previamente lo había recibido con el capote toreando con despaciosidad. Con la espada estuvo hecho un pinchauvas, justamente al contrario que en el quinto al que pegó en una estocada que en sí misma le valía una oreja. Pero no, sino dos orejas fueron el premio a su labor. Brindó a Victoriano Valencia. Inició con mucha torería, por bajo, y en la muleta aprovechó el largo recorrido que mostraba el toro en su embestida para cuajarlo con la derecha. El toro se fue apagando y se vino a menos. Puerta grande quizás algo sobredimensionada y concedida de forma curiosa: uno de los asesores sacó un pañuelo blanco, segundos después otro el otro…¿Cómo están atados los pañuelos en el palco?
Y Morante…al que se esperaba con mucha ilusión porque hacía diez años que no hacía el paseíllo en Jaén, se llevó una bronca en el tercero, al que no quiso ver, pero regaló lo mejor de su toreo en tanto en cuanto el sexto se lo permitió. Lo recibió a la verónica de primeras, sin apenas dar pie a que su cuadrilla le diera un capotazo de más. Se estiró con el percal lanceando con gusto, y antes re rematar con la revolera dejó dos chicuelinas que aún estamos recordando.
Con la muleta se fue despacio, muletazo a muletazo saliendo a los medios con torería y sin brusquedad. Midiéndolo mucho sin apenas obligar al toro fue poco a poco toreándolo con la derecha con mucha profundidad y sentimiento. Faena musicada bajo los compases de “Ragón Falez” a un toro que a mitad del muletazo se iba parando, haciendo que resultáse intermitente la obra. Dejó una estocada bajuna, pero de efecto suficiente.
Al término, Ponce y Ventura a hombros, Morante se fue a pie, y tras él Saleri el sobresaliente, que anunciado estaba en el cartel aunque fuera en letra pequeña.