Un fugitivo vestido de luces
Como siempre me han gustado las novilladas de promoción, por aquello de ver a nuevos valores que con el paso del tiempo y la suerte pueden alcanzar la gloria del toreo, ayer me acerqué a Pegalajar a ver la tradicional novillada sin picadores que se suele dar en honor a San Gregorio.
La primera sorpresa llegó cuando me enteré que de los tres noveles anunciados en el cartel se habían caído dos, de los cuales el parte facultativo de uno aparecía en la puerta de acceso a la plaza. Una vez más la gastroenteritis haciendo estragos…
La segunda fue de nota…el festejo comenzaba a la seis, aquello se demoró un poco cuando repentinamente asomaba el morro del coche de la guardia civil por una de los accesos al ruedo y ante la sorpresa del público se dijo lo siguiente: «Atención, resulta que una cuadrilla que había venido a la plaza y estando ya vestidos de luces han cogido y se han marchado de la plaza, por lo que estamos viendo a ver que podemos hacer. De todos modos un novillero se ha ofrecido a matar los otros dos novillos y como esto es Pegalajar y de nosotros no se rie nadie, el festejo se da y eso es lo que hay»
¡Toma ya! De película de Berlanga. Por lo visto el espectáculo fue dantesco y es que el primer espada del cartel vio lo que había y le entró algo por el cuerpo, por lo visto la actitud del muchacho fue algo más que prepotencia, chulería y soberbia. Al ver el percal le dijeron que eso era lo que había y que de no aceptarlo ya estaba marchándose.
– Abre la puerta que me voy.
Y liado con el capote de paseo, con la montera puesta y todo, el chaval hizo el paseíllo no hacia al ruedo sino camino de la calle y casualidades de la fiesta, un novillero granadino, Miguel Hidalgo, el cual la jornada anterior había toreado en Miguelturra se había pasado a ver la novillada y no se lo pensó dos veces: mando que le trajeran el traje de luces y aunque el paseíllo se inició sin él tuvo tiempo a vestirse en condiciones para lidiar y matar tercero y sexto.
De la novillada en sí no hablaré porque en el ruedo los novillos le metieron el pánico en el cuerpo a los novilleros y más de uno se tiró de cabeza al callejón sucesivas veces e incluso hubo quien cortando dos orejas en su primero escuchó los tres avisos en su segundo.
Al margen de esto, me quedo con la anécdota del fugitivo vestido de luces.