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Adiós a Paco Dorado, el empresario que revolucionó la feria de San Lucas

 
El empresario Paco Dorado fallecía este martes en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla a la edad de setenta y seis años. Su salud se había ido deteriorando como consecuencia de una caída reciente.
Popularmente conocido como el “Comandante Dorado” fue empresario de la plaza de toros de Jaén en el período comprendido entre 1997 y 2003, toda una etapa que se recuerda como la “época dorada” del toreo en Jaén ya que de su mano el Coso de La Alameda alcanzó cotas inimaginables hasta entonces e irrepetibles después.
Tras hacerse con las riendas de la plaza de la capital desembarcó en Jaén disparando la programación de la feria de la Virgen de la Capilla de 1997 al anunciar un ciclo de seis festejos, cuatro de ellos dedicados a los novilleros sin picadores, una corrida de rejones con un cartel íntegramente femenino y una corrida de toros en la que debutó en Jaén – a la edad de cincuenta y siete años- el diestro Rafael de Paula, al que apoderaba en aquel año.
La feria más grande de la historia de Jaén
Pero fue al año siguiente cuando Paco Dorado hizo que Jaén viviera una auténtica explosión taurina. El 28 de febrero de 1998 se inauguró la efímera cubierta de la plaza de toros que sin duda invitaba al optimismo y presagiaba que Jaén viviría una eclosión taurina. Y realmente así fue, porque al llegar San Lucas los aficionados se quedaron perplejos al ver que la feria jiennense sumaba un total de diez festejos, de los cuales siete fueron corridas de toros. En total aquella temporada llegó a organizar dieciséis festejos en la plaza de toros de Jaén, un dato que desde entonces ningún empresario ha vuelto a igualar.
Dorado elevó a Jaén a un lugar importantísimo en la fiesta de los toros, porque no sólo aumentó la cantidad del número de festejos sino que supo envolver muchos de ellos bajo el aúrea de auténticos acontecimientos: la primera despedida de los ruedos de Ortega Cano, el debut del Juli como matador de toros, el inolvidable mano a mano entre Antoñete y Curro Romero, o el frustrado cartel de ambos junto a Manuel Benítez El Cordobés que iba a reaparecer en Jaén y que acabó suspendiéndose por un inoportuno aguacero son sólo algunos de aquellos festejos que permanecen en la memoria de los aficionados jiennenses.
Incrementó el número de abonados, creó los palcos vips en la andanada y consiguió que cada jornada de toros se viviera con intensidad de principio a fin en la capital. Porque él así vivía la fiesta de los toros: con pasión y en utópico sueño permanente no exento de una bohemia que le convertía en un personaje característico e inconfundible en el Jaén de aquellos años siempre con su inseparable chaqueta al hombro.
Apoderado y empresario
Su etapa en Jaén la compaginó con la dirección de otras plazas de toros importantes en el orbe taurino. Precisamente la de Jaén fue la primera que estuvo en sus manos en aquel final de los años noventa y le sirvió en cierto modo de trampolín para ir haciéndose con la gerencia de más cosos de relumbrón: Algeciras, Córdoba, Antequera o incluso la de Valencia, en Venezuela, entre otras llegando a regentar en torno a una treintena de plazas entre las que también se encontraba la de Pegalajar.
Y al mismo tiempo no dejó atrás su faceta como apoderado. Años atrás había sido el hombre fuerte que consiguió situar a Manuel Díaz El Cordobés en primera línea, tras acordar el apoderamiento.
Cerró su etapa en Jaén en la feria de San Lucas de 2003. Aquí siguió conservando numerosas amistades y dejó un legado que se traduce en el recuerdo de inolvidables tardes de toros en los que la capital vivía una auténtica semana taurina de primer nivel.
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