Salvador Santoro
(A modo de brindis: a Verónica Ruiz – bella joven marteña, excelente aficionada a los Toros y gran melómana – conocedora con deleite de esta genuina serie televisiva. Con mi amistad, afecto y reconocimiento. ¡Va por ti!)
Esta colaboración, se dedica a un singular personaje, “Juncal”, creación de Jaime de Armiñán, guionista y director de esta excepcional serie de televisión – en siete capítulos y a la que da título – producida en 1987 por TVE. En mi opinión, Juncal, es hasta el momento la mejor novela – dada a la imprenta curiosamente después de hacerse el telefilm – que sobre toros se ha llevado al celuloide.
Para dar vida a este personaje, el prestigioso cineasta Jaime de Armiñán, eligió a un consagrado actor, Paco Rabal, que con mucha maestría, empaque y “torería”, borda el papel en un admirable trabajo interpretativo. Armiñán, buen conocedor del mundillo taurino, se basaría – en parte – en un pillo malagueño que le cayó simpático y que, a más de “flojo”, era seguidor y “arrimao” de toreros, en particular, de los hermanos Manolo y Antonio Bienvenida. Ya lo había incluido, como Juncalito (interpretado por Fernando Fernán-Gómez), en el guión que escribió para la película “La becerrada”, dirigida en 1962 por José María Forqué y rodada en la localidad jienense de Sabiote. En esa ocasión, la terna torera y cinematográfica la formaba: Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez y Juan García “Mondeño”, ¡ahí es ná!
En sinopsis, José Álvarez “Juncal”, es un matador de toros retirado a consecuencia de la grave cornada que le infiere “Lobero”, quedando cojo e impedido para torear. Tras veinte años de “vivir” de una amante; viéndose solo, “canino” y viejo, intenta recuperar a su familia que había abandonado. La esposa (cordobesa de posición acomodada) trata de quitarle la afición al hijo, el novillero Manuel Álvarez, interpretado por el diestro Luis Miguel Calvo. Para Juncal – persona cínica pero genial, generoso y cabal – el Toreo (al que profesa máximo respeto) y las mujeres son su pasión.
En el selecto elenco, destaca el comprovinciano de Torredonjimeno, Rafael Álvarez “El Brujo”, que hace de Vicente, un limpiabotas apodado Búfalo, que siente auténtica veneración por el maestro, dándole techo y sustento en su humilde casa sevillana. Magníficas, también, las actuaciones de Fernán-Gómez (en el sacerdote Domingo Camprecios), Manolo Zarzo (Bernardo, hermano menor de José y mozo de espadas de Manolito), Carmen de la Maza (su cónyuge, Julia Muñoz), la bailaora Cristina Hoyos, Emma Penella, Mª Luisa Ponte (Doña Emilia, dueña del torerísimo Café Español) y Lola Flores, entre otras de gran nivel. Asimismo, aparecen en pantalla, secuencias con el acreditado crítico, de EL PAÍS, Joaquín Vidal y el coleta de dinastía, Pepe Dominguín.
Las escenas y localizaciones – especialmente las taurinas – son inmejorables y, en los diálogos, se aprecia un perfecto dominio de la jerga taurómaca. La historia tiene un final épico, cuando Juncal – en inmaculado traje de calle blanco y tocado con un panamá – desde el callejón, en arrebato de vergüenza torera; coge espada y muleta para dar muerte, en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, al último toro, “Matajacas” de nombre, el día de la alternativa de su hijo Manolo, que – en principio – se negaba a matar por miedo insuperable. Tras la tragedia de su padre en el ruedo, el toricantano, lo tumbaría de un certero volapié. Muy emocionante resulta escuchar a la Banda de Música del Maestro Tejera cuando arranca a tocar el pasodoble “Juncal”, compuesto por Vainica Doble. Durante la faena, José, es cogido y corneado; falleciendo, al poco tiempo, en la enfermería de la plaza con la entereza de un “tío” y siempre en torero.
Como por apretura de espacio, habré dejado muchas cosas en el tintero de este apasionante relato, si algún amable lector me lo reprocha – de antemano y parafraseando a Juncal – le diría: ¡Tomo nota!