Salvador Santoro
(A mi dilecto amigo, José Luis Marín Weil, editor de esta página web, JAÉN TAURINO, al cumplirse un lustro de su implantación en Internet. Con el deseo de que este trabajo merezca tu interés y como testimonio de admiración por tu ingente y meritoria labor de divulgación y defensa del más racial y auténtico de los espectáculos: Los Toros)
Repasando prensa local antigua, leemos una sentida nota necrológica publicada en Sancho Panza, “Semanario Joco-Serio”, el 22 de octubre de 1896, titulada: Juanito Lesaca. El inicio, es de este tenor: “Así le llamábamos en vida al infortunado amigo que acaba de descender al sepulcro, víctima de sus aficiones taurinas” (sic). Sorprendido, al pronto, por desconocer su filiación exacta y hechas las oportunas averiguaciones, resulta que se trataba del matador de toros nacido en Sevilla, el 24 de junio de 1867, Juan Gómez de Lesaca y García, que de niño marcha a Jaén donde su padre, general del Ejército, era Gobernador Militar.
Dedicado, en principio, a los estudios, en su mocedad deja los libros para “echarse a los toros”; iniciándose en becerradas por los pueblos de nuestra provincia. De refinada educación y acomodada y distinguida familia; del corpus del texto, se deduce que debió tener mucha vinculación con Linares – mi torerísima ciudad – y relación de estrecha amistad con linarenses muy principales.
Entresacado del suelto – sin firma – dixit: “torero que había conquistado merecido renombre y justos laureles en el arte del toreo”. Nos aventuramos a declarar, que el periodista que dedicaba tan laudatorias palabras, era el corresponsal en Jaén, Francisco Serrano Esteban; pues añadía – cito textual – que Lesaca: “Era el muchacho que compartió con nosotros los juegos de la niñez, y que luego en otros más cercanos días, fué (sic) el confidente de nuestros primeros sueños y pesares … ¡Pobre Juan!
Haciendo una digresión, en lo que sigue, se plasma una breve semblanza de su biografía torera. Gómez de Lesaca, viste de luces por vez primera, como matador de novillos, en Granada, alternando con el espada local Antonio Moreno “Lagartijillo”, un 8 de septiembre de 1888. Al año siguiente, el 23 de junio, se presenta en la Maestranza sevillana, mano a mano, con Miguel Báez “Litri”, para dar cuenta de astados de don José Orozco. Unos días después, el 29 – festividad de San Pedro y San Pablo – lo hace en la Villa y Corte alternando con José Rodríguez Davie “Pepete” (muerto en Fitero en 1899, entre agudos dolores, de una horrible cornada) ante reses de varios hierros, a saber: Pérez de la Concha, Carrasco y Juan Moreno. De aquella tarde, la revista El Toreo, afirmaba con afilada pluma y en descarnada crítica que: “Lesaca demostró un desconocimiento completo del toreo y un valor que raya en la temeridad. Maneja la muleta sin ton ni son, y al herir entra a que los toros le cojan, como sucedió en su presentación, en que sufrió cinco cogidas, y alguna pudo costarle cara. Mucho necesita aprender si ha de continuar ejerciendo una profesión tan arriesgada […]”. El escritor taurino que firmaba con el seudónimo “Recortes”, pondría una aclaración al margen de este severo comentario: “Duro y por demás injusto estuvo el revistero con el joven matador. Lo equitativo hubiera sido anotar que los dos toros que estoqueó fueron “pájaros de cuenta”, particularmente el primero, Carpintero (castaño), de Pérez de la Concha, al que clavaron Pepe el Chulo y El Rana dos pares de banderillas después de diez salidas en falso, y que llegó a la muerte completamente descompuesto, y que el espada necesitó derrochar habilidad y sangre fría para tumbar al animalito”. Fatigosa y expuesta lidia la de aquellos tiempos, que precisaba de hombres bragados y curtidos en el oficio. Sí, lo mismito que ahora. En fin, ¡lo que va de ayer a hoy, estimado aficionado! Desde entonces, adquirió Lesaca suficientes conocimientos, figurando con gran nombradía entre la baraja de buenos novilleros.
Fungiendo de padrino el inmenso Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”, toma la alternativa en Sevilla, el 21 de abril de 1895, al cederle a “Belonero”, toro berrendo en negro de la señera vacada de Benjumea. El 2 de junio, Fernando Gómez “El Gallo”, se la confirmaría en Madrid, ante el toro “Mechones” (berrendo en jabonero, curiosa capa dentro de esta estirpe) de la mítica ganadería del Duque de Veragua, al que finiquitó de certero volapié, tras un brillante trasteo de muleta.
Aunque – para nada – se explicita en la letra impresa que nos ocupa; Juanito Lesaca, murió a consecuencia de la “ruda” cornada en la parte superior anterior del muslo derecho (el erudito Juan José de Bonifaz, la precisa en el izquierdo) que le infirió el toro “Cachucho” (de pelo retinto albardado) con el pial de Ripamilán, en el coso de Guadalajara. Curado en la enfermería, donde se le aprecia una herida de quince centímetros de extensión por cinco de profundidad, es trasladado – con notoria imprudencia – a Madrid, donde fallece a las once de la noche del mismo día, 15 de octubre de 1896. Hogaño – en plena feria de San Lucas – se han cumplido ciento catorce años de tan funesta efeméride. A mayor abundamiento – caprichos del destino – en aquella infausta corrida, Lesaca, sustituía al granadino Antonio Moreno “Lagartijillo” (con el que había debutado ocho años antes) por tener lastimado un ojo; completando cartel el célebre Emilio Torres “Bombita”. El burel que saltó en segundo lugar, el mentado “Cachurro”, tomó tres varas de los picadores “El Inglés” y “Calesero”, quedándose en los tercios aquerenciado cerca de la puerta de toriles. Juan, que se hallaba próximo, giró la cabeza para advertir al varilarguero que entrara en suerte. En ese instante, se le arrancó el animal y – ganándole terreno – le hizo hilo hasta las tablas, donde el coleta permaneció quieto sin querer saltar la barrera; pensando que pasaría de largo, pero – antes al contrario – hizo por él, empitonándolo en la pierna. El trágico acontecer, que hemos recreado, lo describe con detalle el doctor Juan José Zaldívar Ortega.
El redactado de Sancho Panza, continúa diciendo del malogrado matador: “Aficiones [las taurinas] que en los primeros años de la juventud cultivaba como por lujo y que después, por azares de la vida, ha tenido que explotar para procurarse medios de subsistencia” (sic).
También, se indicaba que las revistas taurómacas coetáneas se hicieron eco del suceso, dedicándole extensas columnas. Por ejemplo, La lidia, acreditada cabecera, reproducía la sangrienta escena junto a un orlado retrato, en una magistral litografía de Daniel Perea.
Asimismo, la citada publicación linarense, se unía al lógico dolor de los suyos y “muy particularmente á sus desconsolados hermanos don Tomás y don Agapito”. Manuel, hermano menor, se daba a conocer – hacia 1904 – en una cuadrilla de toreros infantiles de Jaén. Al tiempo, el dueño de la imprenta – con domicilio en Corredera, nº 24, de Linares – D. Remigio Ligero (a la sazón director y editor del semanal), ofrecía “sus modestos oficios”, para ayudar a que fuese un hecho la corrida que en beneficio de la viuda y huérfanos se proyectaba celebrar en la capital jienense, dedicando “así” [dice] un recuerdo póstumo al desgraciado amigo. Y prosigue: “Si como esperamos se lleva á la práctica tan humano pensamiento, cuenten desde luego con los trabajos tipográficos necesarios para la debida propaganda”. En este sentido, se proponía igualmente, en nombre de los afamados novilleros Carlos Gasch y Blanch “Finito” y Francisco Pérez “Naverito”, la colaboración desinteresada de éstos y de sus cuadrillas.
Concluir que Juan Gómez de Lesaca, ha pasado a la historia de la Tauromaquia como un torero que consiguió sobresalir entre los de segunda fila de su época (los hubo de gran valía en esa etapa), no llegando a más por abandono de sus facultades y, tristemente, por su prematura muerte.
Adenda final: ¡Gloria a Juanito Lesaca!, valeroso, querido y respetado diestro – por tomar demasiados riesgos – en su accionar por los ruedos.